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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

MICRORRELATOS


Y LLEGÓ EL VIENTO

Llegaste de un sueño lleno solo de tú presencia, cambiaste todas las estrellas que miraba de noche, el tiempo dejó de existir, solo vivía para tus encuentros. La calma se instaló en mi mundo, tus gestos desnudaron mi paisaje, mi amor se volvió carne. Me aferré a mi corazón, para sentir el tuyo. Todo era amarse; De pronto desperté, Y llegó el viento, una lagrima, y desperté.


ABRÍ EL CAJÓN DE MIS RECUERDOS


Abrí el cajón de mis recuerdos y te encontré sentada frente a mi memoria, quise saber donde estuvo el instante de esta despedida, como nos dijimos adiós casi sin pronunciar palabras. Te amaba y de repente deje de saber quién era el que te hablaba al oído palabras de amor. Olvidé que mi existencia era solo una parte de nuestro todo, te vi lejos, te vi partiendo; eras tan etérea casi volabas al partir de mi lado. Abrí el cajón de mis recuerdos y todo tu olor empapó mi casa, estabas en cada gesto que mi cuerpo lanzaba, la risa, el abrazo, esos mordiscos que jugueteaban con mis labios, ese querer marchar sin mirarme a la cara, esa lágrima que no acababa de resbalar por tu mejilla; Siempre querías que fueran mis dedos los que recogieran tu salada alegría, abrí el cajón de mis recuerdos y te sentí caminar por la casa, corrí como un loco buscando en todos los rincones de cada habitación, aparte de las paredes los cuadros, removí las almohadas y los cojines, destapé cada tarro de esa cocina donde ayer nos amamos mientras el fuego calentaba nuestra cena. Olí con intensidad los libros que te gustaba leer, en todos estaban la huella de tus días sentada junto a mí.

Abrí el cajón de mis recuerdos y ya no pude volver a cerrarlo. Deje que de nuevo la melancolía adornara mi mirada; No puedo ni quiero olvidar como abandonaste tu tristeza para llenar mi vida de alegrías, me diste ese amor que define la vida, la única razón que me hace no dejar de ser quien soy. De tantos momentos vividos, de tantos silencios compartidos, de mirarte mientras dormías. ¡Como deseaba saber si era yo el que te besaba en sueños! Te marchaste casi sin hablar, solo tus ojos me dijeron, --me voy, pero siempre viviré contigo- supe que tu adiós dejaba una brújula para que algún día volviera a encontrarte. Ahora sé que estás esperándome bailando, cantando, sonriendo a cada movimiento que la vida te regala, sé que habrás pintado un sol en la entrada de lo que será nuestro refugio, ese sol que siempre calentaba nuestros cuerpos desnudos. Mis recuerdos son un mundo colgado de todas las mañanas en las que te amé de nuevo; No dejes nunca de estar en mi memoria; ahora que ya no estás junto a mí, es cuando quiero volar hasta tu lado. Espérame, ya estoy llegando, siente como mi mano empieza a recoger tus lágrimas, caminaremos juntos por esa calle que solo se abre a los que han sentido un amor, y han dejado partir todo lo que les da la vida.
 

 


NO LO OLVIDÓ


Ella no quiso vivir en el espacio vacío que dejó el adiós de a quien tanto amó, todo a su alrededor olía a él, incluso a veces el olor era a ellos juntos mientras se amaban. Cada paso que daba por la casa, era un eco agudo de las risas que compartieron; sin haberlo imaginado ni una sola vez, su soledad dejó paso a una melancolía que nublaba su visión. ¡Cómo pudo morir algo tan bello! ¡Qué maldito invierno les heló el corazón! Una y otra vez se preguntaba dónde estaba la grieta que acabó rompiendo las paredes de ese amor que se juraron eterno. Su pequeño jardín, ayer, un cuadro de impresionismo habitado por todos los colores que la luz es capaz de crear, se convirtió en una estepa, imagen de la desolación, reflejo de tantas lagrimas derramadas por su ausencia.

Ella no tuvo tiempo de acostumbrarse a su sombra. Una mañana despertó, y su cama era tan grande como el mar, sus almohadas no conseguían abrazar su cuerpo, la escarcha se quedó a vivir en su habitación. Después del dolor, llegó la rabia, las preguntas de por qué la vida nos quita lo que nos da más felicidad, que hemos de aprender de lo sucedido; No quería esa experiencia, no necesitaba ser más completa, ya lo era junto a él. Las gentes le decían “ya verás como conseguirás superarlo” “todo pasa en esta vida” y así un sinfín de frases hechas, fruto de lo que otros aprendieron. Su caminar se volvió lento, no sabía verse en el espejo sin la silueta que dejaba el abrazo que tantas veces él le daba. No lo amaba como se aman los adultos, que viven un cariño construido con la paciencia de los años, que son capaces de callar junto a una chimenea mientras el fuego crepita. Su amor era de locos; locos que se descubren cada mañana amándose, como si nunca hubiese noche para volverse a amar, un deseo de adolescentes, cada beso traía un paraíso donde perderse por siempre. Navegaba el uno junto al otro, en un mar hecho de agua derramada por sus cuerpos.

Cada instante era el único que les quedaba para vivir, como si la vida les anunciara, que no es posible quererse tanto, que la pasión es fruto de la locura; Y así se querían, como dos locos. Ella araño cada espacio del lugar donde se besaron, lamió todas las fotografías que junto a él guardaba, nada era tan grande como el vacio que crecía en su corazón, nada tan triste como su llanto sin nadie que le diera consuelo. Se preguntaba una y otra vez ¿por qué? No encontraba respuesta a su nostalgia. Se rompió lo que tanto quisieron, quedo convertido en añicos una tarde de invierno; Ella lo espero junto a la ventana que daba al jardín, su mirada se perdía entre las flores que, ayer fueron testigo de tantas horas de paseo juntos, y hoy eran ramas sin color ni olor. Él no volvió a pisar su jardín jamás, una tormenta se lo llevó, por un camino lleno de lluvia y oscuridad. Ahí se quedo, llevándose con él todo lo que eran los dos juntos; Un amor sin tiempo ni espacio, un amor hecho de miradas y estrellas. Él partió después de dejarla sentada en una silla pintada de azul. Ella lloraba, una pequeña discusión absurda, y ella lloraba. Él no quiso herirla y se marchó para olvidar esa estúpida discusión; Pero el destino no quiso darles otra oportunidad. Y ya solo le quedo todo lo maravilloso que vivió junto a él.

Ahora nada le devolvía su corazón, sabía que por siempre se marchó, y la dejó amando lo que ya solo era un recuerdo grabado a fuego en su alma. Con el tiempo quiso creer que se puede vivir con una herida de amor, pero su herida era mortal; Y no existió un solo día en que no mirara cada tarde su jardín, esperando que las flores nuevas anunciaran su regreso. Quiso vivir en su tristeza, y acabó muriendo en la esperanza de volver a encontrarlo; Esperándola en el rincón que envolvía las flores de su jardín. Nunca lo olvidó, y lo siguió buscando hasta después de muerta, nadie se amó como ellos se amaron, nadie se amó sin tiempo ni espacio. Jamás lo olvidó.




LES TOCA LA LUZ

Es lo que quieren contar quienes han sido ungidos por esa luz que de vez en cuando se deja ver, para dar la fuerza necesaria a los elegidos que vivirán en un mundo distinto al que han conocido; después de una experiencia tan extraordinaria, nadie puede sustraerse a la tentación de relatar como el alma es algo muy distinto a lo que nos han hecho creer religiones y profetas a lo largo de miles de años.

 Siempre llega sin avisar, se presenta en el momento en que estás buscando esa respuesta, sin una pregunta concreta, sabe que el camino que has elegido no es más que una senda corta que acabará desembocando en el camino escrito con tu dirección, solo, sin compañía, así se recorrerá; Todo lo que adorna esa travesía tiene las señales de lo que has vivido, reconoces cada palma del trayecto; Te identificas con lo bello y lo grotesco, con los reflejos de luz, y la más absoluta sombra. Cuando lo miras y entiendes que el camino eres tú, entonces llega y te toca la luz: Ya estás preparado para el siguiente salto.


LA ESPERA
Quedo a las ocho de la mañana en el hospital con su amigo Raúl. Era el primer día en el que debían hacerle todas las pruebas, para conocer con todo detalle cual era la enfermedad que le estaba haciendo tanto daño. Para ese día escogió como vestimenta, una camiseta azul con un pequeño castillo estampado en ella y un pantalón vaquero desteñido; Su pelo corto, casi rapado, le confería una imagen más delgada de lo que en realidad era. Sentado junto a Raúl, no paraba de mover las manos, cruzaba constantemente una pierna sobre otro, para cambiarla después. Su mirada se perdía en todos los carteles colgados en la sala, que indicaban unos como cuidarse la enfermedad, otros como no sentirse desplazado o solo. Las demás personas que esperaban en la sala, compartían la ansiedad y el miedo que aquella visita producía. Era un desfile de miradas ausentes, donde ninguno se atrevía a fijar sus ojos en otro, no fuera a ser que alguna señal o mueca delatara que ya estaba invadido por la enfermedad que había convertido a los que la tenían, en seres culpables de un crimen contra la vida. De vez en cuando cruzaba alguna palabra con su amigo, palabras que solo contenían trocitos de espacio para rellenar la larga espera; Después de una interminable hora de asfixia, una enfermera dijo su nombre en voz alta buscando entre todos a alguno que respondiese. Se levantó de su asiento de plástico gris y con la máxima velocidad que le permitía su agobio se acercó a la joven; Ella le hizo pasar a una sala donde le esperaba una doctora con bata blanca, gafas con montura plateada y una expresión en la cara difícil de descifrar. Le pidió que se sentase frente a ella, lo miro a los ojos y directamente le dijo:-Está usted infectado-.
En ese momento se imagino que todo su cuerpo se descomponía en trozos de carne podrida, toda su vida paso por su mente, sintiendo que solo le quedaba aprender a decir adiós, porque en ese instante dejaba de respirar. El castillo que llevaba pintado en la camiseta se derrumbó, sus ojos cambiaron de color y su voz enmudeció; Nada pudo responder ni preguntar, solo lloró sin consuelo. Pasados los años vive en el mundo de los que saben cómo avanzar sin mirar atrás, porque la vida no da más esperanza que la que seas capaz de construir.

UN DÍA EN EL OLIMPO

-¿Qué haces paseando por la orilla de ese mar?, le preguntó un dios a otro, mientras contemplaban a lo lejos, en algo parecido a una enorme pantalla, a humanos que iban y venían corriendo e interpretando sus vidas.
-He decidido que esta humanidad no está hecha para durar.
-¡Cómo!-dijo sorprendido el dios que solo observaba.
-¡Hasta hace bien poco te sentías muy orgulloso de tu creación!, incluso decías que les habías dado el don de la libertad, con el cual te inhibías de todos los errores que pudieran cometer;
-Sé que esa fue mi decisión, pero les di una dádiva equivocada. Jamás llegué a imaginar que en nombre de ese regalo, hiciesen tantas barbaridades, y lo disfrazaran de un bien tan preciado, que lo convirtieran en posesión de unos, para subyugar a otros.
-No entiendo qué me dices.-se sorprendió el dios desocupado.
-Es muy sencillo amigo mío. La libertad no es un fin en sí mismo, ¿de que les sirve ser libres?, si usando ese don cometen unos contra otros tantas injusticias, y el valor y significado de la palabra es tan distinta, según quien o para que la utilice.
-Ahora te comprendo, ¿pero no previste siendo un dios que eso podría suceder?
-Sí pero no quería privarme del placer de probar si aún siendo un dios tan consciente de las limitaciones humanas, estos podrían sorprenderme.
-Sigo sin saber por qué creas algo que sabes que no funcionará.
-Ahora mirando este mar tan inmenso y tan azul, he descubierto la razón de mi creación. Si los puedo lanzar a todos a las profundidades de esta agua, y ver qué grande es su sufrimiento, y que aún así siguen pidiéndome a gritos que su dios les salve, daré por buena la experiencia, pues sé que por mucho que los engañe y los castigue una y otra vez, siempre acudirán a mí, jamás entenderán que son ellos los únicos que pueden hacer que yo deje de existir.
-Eres un dios muy inteligente, si quieres te ayudo y entre los dos los empujamos al mar.
-Te agradezco la ayuda, pero quiero hacerlo solo.
Dios los lanzó a todos a lo más profundo del mar, y los humanos gritaban una y otra vez, (¡Dios ayúdanos!)  Pero nada hizo por ellos, se retiró a tomar su ambrosia y pensó que quizás otro milenio crearía una nueva humanidad.

LA RISA LOCA
Todo el día corriendo sin parar, salir de la cama a las siete, ducharse, si es verano. En invierno menos, con quitarse bien las legañas y asearse un poco las partes más intimas estaba más que apañada, desayunar un café y poco más. Elegir la ropa que ponerse ¡dios mío! Eso sí que era un problema; Pantalón, o falda, blusa o jersey, botas, zapatillas o mocasines. El bolso ¡Horror! Que combine con lo que lleva, no muy grande si es invierno, y cómodo si es verano. Sí pero tiene que caber todo lo que ha de llevar, las joyas que sean discretas pero que no pasen desapercibidas; El perfume, siendo invierno debe ser algo más intenso que el usado en verano, y para terminar un toque de maquillaje no muy definido, pero con el suficiente color para no parecer que viene de una fiesta “de los no vivos”. Antes de salir a la calle, repasar todos los asuntos que debe arreglar y las compras, ¿si las hubiere? Un último vistazo a toda la casa antes de marchar, repasar su atuendo, sin dejar de darse un retoque; Una vez en la calle correr hacia el autobús que pasa en menos de cinco minutos, en el trayecto leer el último libro publicado, siempre hay que tener una conversación en el bolsillo de tipo intelectual por si es necesario.  Nunca se fija en las demás personas que comparten su misma dirección, solo si algo rompe la monotonía de su trayecto se interesa por el asunto, de lo contrario hasta llegar a su trabajo es pura autómata, pareciese no tener  voluntad propia.
Pero un día, de repente, mirando a través del cristal del autobús, descubre que por la calle pasea una mujer muy parecida a ella. No atina a averiguar si los rasgos de su cara son mucho o poco parecidos a los suyos, pero algo en su interior le dice que son iguales, gira su cuello lo máximo que puede para no perderla de vista, y en el intento se golpea con la cabeza en el cristal; Observando cómo algunos de los pasajeros del autobús disimulan su risa apretando los dientes, procurando que ella no se dé cuenta, algunos incluso desvían la mirada hacia el suelo, evitando cruzar sus ojos con los de ella. Sin saber exactamente porque, nuestra pasajera comienza a reír de menor a mayor intensidad, contagiando al resto del pasaje que ahora sí, ríe a mandíbula abierta; Una señora que está sentada a su lado le comenta-¿como algo tan simple como un topetazo puede causar tanta risa?-
Ella sabe que lo que acaba de ocurrir no es solo un golpe absurdo, si no la constatación de que por muchos planes y arreglos que hagas, siempre existen variables que nos pueden modificar la vida. Entonces empezó a reírse de sí misma con tanta fuerza que paso a tener eso que llamamos “la risa loca” que sabes cuándo empieza, pero no como acaba; Comprendió que no era ella misma, si no una pieza más en todo el rompecabezas que cada día vivía. Y que aquella sombra parecida a ella, en realidad sí lo era; desde hacía mucho dejo de ser, para simplemente estar.



EL REGALO DE PAPA
No era un día cualquiera para Sergio, sabía que su padre le había preparado una sorpresa por su cumpleaños. Desde hacía semanas su mente no dejaba de imaginar cual sería ese regalo, cada vez que ocasionalmente pasaba cerca de una tienda de juguetes se detenía en el escaparate repasando con la mirada todos y cada uno de los objetos expuestos.
Los deseaba todos, quería que su decimo aniversario fuese el más especial de cuantos hasta el momento había tenido; Llego de la escuela a las cinco de la tarde, iba casi exhausto, con los ojos llenos del brillo que da la alegría esperada, el ansía de desenvolver los paquetes envueltos. Entró en casa acompañado de su madre que cargaba con su cartera, además de una bolsa de la compra. Sergio se dirigió corriendo al salón donde esperaba encontrar a su padre con los regalos en la mano, abrió la puerta de cristal y ahí estaba, sentado en el sofá con una enorme sonrisa y los brazos extendidos hacia su hijo; Pero en sus manos solo había una caja  de un tamaño pequeño, envuelta en un papel de color rojo.
Preguntó-¿papa, donde están mis regalos?-Su padre lo miró a los ojos, sonriendo le dijo.-Hijo ven, siéntate a mi lado que quiero contarte una historia-.El niño de un salto se colocó al lado del padre, sus pies aún no llegaban a colgar desde el asiento del sofá. Miró a la cara de su padre esperando; Primero le dio el paquete que llevaba diciendo-Ten hijo este es tu regalo-El niño lo abrió con mucha vivacidad sin cuidar el envoltorio, rompiendo el papel de un tirón. Su expresión paso de sorpresa a decepción en unos segundos, con una vocecilla casi ininteligible le preguntó-¿un libro?, pero ¿donde están mis juguetes? El padre le respondió-Este es tu regalo en tu decimo aniversario; Tienes muchos juguetes pero ningún libro, es hora de que comiences a leer y descubrir lo maravilloso que es viajar a los mundos que hay escondidos dentro de estas páginas. Sergio lo miro sin acabar de entender a que se estaba refiriendo, de sus ojos brotaron dos diminutas lágrimas y en sus labios se dibujo un sentimiento de no saber muy bien que estaba pasando, por qué su padre no le había traído un coche, un arco con flechas, un juego de pintar, o lo que tanto deseaba, una máquina electrónica para juegos de aventuras de guerreros.
Dijo el padre:-escucha hijo, ahora que ya sabes leer muy bien, debes conocer todas las aventuras que se esconden en estas y otras páginas de libros que poco a poco te traeré. Descubrirás que los mejores juegos están en tu imaginación, y que nunca necesitaras nada excepto poner toda tu atención en lo que te contarán muchos escritores, que llenaran tu vida de las más hermosas e increíbles historias; Esta que tienes entre las manos habla de un pirata con una pata de palo, que tiene secuestrado a un niño en un barco lleno de hombres con espadas, en busca de un tesoro en una isla perdida entre los mares más azules de la tierra. Veras que grandes hazañas vivirá este muchacho, en cuantas ocasiones deberá esconderse de los piratas hasta llegar a la isla donde se encuentra el tesoro, escondido en unas rocas sumergidas bajo el mar. Sergio se fue entusiasmando con lo que su padre le iba contando, su rostro era la antesala de la alegría; cogió el libro en sus manos, beso a su padre y se dirigió a su habitación diciendo-Gracias papa, me voy a encontrar el tesoro con estos piratas.





EL MAESTRO

A las doce llegaba a clase el nuevo profesor de filosofía, todos los alumnos aguardaban deseosos de conocer como era semejante personaje. Se preguntaban quién podía impartir clases de filosofía en pleno siglo XXI, de donde habría salido semejante alienígena, en un mundo en el que no es necesario pensar, basta con actuar y cuanto más veloz seas mejor; Para ellos, acostumbrados a desarrollar toda actividad que tuviese más que ver con cualquier ejemplo televisivo, conocer a un hombre que aún creyera que la palabra es un valor incuestionable, les sonaba a película de ciencia ficción.
Todos los estudiantes estaban presentes en clase, no ocurría como en otras ocasiones en que siempre había alguno que debía realizar actividades que le permitían ausentarse;
A la hora en punto se abrió la puerta, los veinte alumnos fijaron su mirada en el hombre que había de impartirles la clase durante todo un año. Era de mediana estatura, con pelo canoso, más bien de aspecto delgado y una pequeña barba que cubría su cara. Llevaba gafas con montura de color negro, y una cartera marrón donde se dejaba notar por el volumen que en su interior habría muchos papeles, o algún libro. Sin más preámbulo dijo ¡buenos días!, cogió la tiza y escribió en la pizarra la siguiente frase:
“Siento solo lo que conozco”
A continuación se presentó a los estudiantes:
-Hola, mi nombre es Elías Campo y he venido a enseñarles filosofía durante este año.
Todos quedaron extrañados del comienzo del nuevo profesor, ninguno dijo nada. A continuación Elías miró a una de las alumnas y le preguntó-¿Cómo entiendes esta frase?- la joven no sabía que decir, hizo un gesto con los hombros que revelaba su incapacidad para desarrollar ninguna explicación razonable o entendible de dicho aforismo; El maestro al ver que la joven no se decidía a comentar lo escrito en la pizarra, fijó su mirada en otro alumno al que realizó la misma pregunta, este hizo un breve comentario-:Pues, quiere decir que lo que conozco lo siento, más o menos ¿no?-
Elías dibujó en su rostro una sonrisa que dejaba notar lo alejados que se encontraban sus alumnos del verdadero significado de aquella frase. Sabía que no era posible aún que tuviesen la suficiente experiencia vital, como para comprender en toda su profundidad algo que solo se alcanza cuando has transitado un largo trecho del camino de tu existencia.
Se sentó en la silla que había tras la mesa subida en la tarima, cogió un bolígrafo solo para tenerlo en la mano y darle vueltas mientras iniciaba su disquisición;
-intentad recordar cualquier situación ya sea alegre o triste, por la que habéis pasado últimamente; No le deis demasiadas vueltas al momento, solo recordad como os sentíais, qué pasaba por vuestra mente y por vuestros corazones, ¿reíais, llorabais? O quizás era enfado lo que os tenía preocupados. Cuando algo os cambia el estado de ánimo, ¿de donde sale ese sentimiento que no habéis invitado a estar con vosotros, pero que os puede llegar a descolocar completamente? Si rascáis bajo la capa de lo que esconde vuestra actitud diaria frente a la vida, encontrareis el sitio de donde procede mi frase. Se llama experiencia.

SIEMPRE TE BUSQUÉ
Después de tantos amantes, de compartir tantas noches a la luz de la luna, de despertar abrazados y deseosos de volver a amar, sintiendo que cualquier roce era una declaración de amor.
Sufriendo por no saber si lo dicho era lo adecuado, mirándose a los ojos sin necesidad de hablar, creyendo que en aquel momento todo lo que había a nuestro alrededor no era más que el escenario para dejar rienda suelta a todo lo que nuestros corazones sentían, sabiendo sin el menor atisbo de duda que aquella historia de amor sería la que todos los poetas envidiarían por no haber escrito.
De repente el sonido enmudeció, las lágrimas no mojaban, ni la pena se compadecía de tanto dolor; ¿Cómo puede el corazón amar y odiar con la misma intensidad?, dejando las mismas heridas cicatrizadas, recordándote cada vez que las miras que están ahí;
Fue entonces cuando decidí dejar de buscar al trozo de mi alma que completara el vacio de caminar sin dirección. Y una noche descubrí que estaba junto a mí, que desde hacia tiempo me acompañaba como una amante y fiel, que nunca me abandonaría, ni me preguntaría si quería reír o llorar con ella, siempre me ofrecería todas las noches y todos los días de amor que le pidiese, sin quejarse ni pedir nada a cambio.
Al fin supe ver que estaba a mi lado, que jamás encontraría pareja más estable e incondicional. Y desde entonces le doy una y mil veces las gracias por existir.
Te amo y sé que lo que otros intentan apartar de sus vidas, para mi es eterna compañera, gracias soledad.

SIEMPRE SOMOS

¡Al fin las seis de la tarde! Quedaron los libros guardados hasta mañana, merendó un buen bocadillo de salchichón, hizo los pocos deberes de sociales que tenía, y salió corriendo a casa de Amaya; Vivían en la misma calle, solo dos porterías les separaban.
Mientras los demás adolescentes se buscaban en los parques y en las aceras, para jugar al futbol ellos, y contarse historias de amor ellas; Ángel y Amaya se sentaban en el suelo de la casa de ella con un pequeño radio “cassette”, tenían también las letras de un sinfín de canciones; La madre de ella cosía o arreglaba cualquier cosa en la casa que no interfiriera lo que ellos hacían, muy al contrario procuraba que sus trabajos caseros no hicieran mucho ruido para poder escuchar como cantaban. ¡Sí!, lo que hacían era grabar canciones en un “cassette”, las sabían casi todas, y de muchos y variados cantantes, tanto solitas como de grupos; Era igual si la canción era de amor, de baile, o como se llamaban en aquella época canciones “de protesta”, solo tenían que mirarse un par de veces después de oír la canción, y ya tenían claro como debía de cantarse, en que tono, quien haría una voz, quien la otra y cuando juntos.
 Era imposible encontrar algún desatino, todas las canciones salían de sus bocas como si hubiesen sido escritas para ellos; Así estuvieron años hasta que un día ella subió a un tren que la llevaría a un viaje largo y lleno de nuevas emociones. Él se quedó en la misma calle, y ahora cantaba canciones de solistas.
De vez en cuando el tren de ella llega unos días a la ciudad, y no necesitan decirse nada porque sus voces vuelven a hablar con música de fondo; Siempre tuvieron y tendrán junto a ellos todas las notas escritas en el pentagrama, y en ese lenguaje siguen hablando sin que nadie más, sepa entrar en su mundo.

ME VOY YENDO

Tarde empecé a recordar todo lo que debía decir en el momento de la despedida, después de tanto tiempo ensayando y creyendo tener todas las palabras exactas que debía usar para la ocasión, descubro que solo soy un aprendiz. Cuantas veces después de sufrir o tener una alegría, eleve la voz predispuesto a contar a todo el mundo, que mi experiencia me hacía valedor de un peldaño más en la escalera que habría de llevarme a tener todas las respuestas, o si no a pasarlas por el tamiz de mis sentimientos vividos para aplicarlo como sentencia a quien de mi quería saber una opinión.
¡Que necio! La verdad es poliédrica tanto o más que la vida misma, mi realidad está tan alejada de mi vista que debería poder salir un rato del cuerpo que habito para saber en qué plano se encuentra. Enorme satisfacción abandonarse en esas partes del camino que nos impiden avanzar, para tener el gozo de volvernos a encontrar, descubriendo que somos otro.
Aún añoro la inocencia de los primeros encuentros robados a la sabiduría; Esta que nos hace mirarlo todo con vista cansada, dejándonos solo un asiento en las butacas más atrasadas, para observar sin intervenir, sintiendo que los sueños son cada vez más cercanos a la realidad, que los proyectos se han de realizar con la ayuda de la buenaventura; Mi dirección solo tiene un cartel indicativo, y es en línea recta hacia donde la luz es más brillante.
Sé que allí me esperan todos los epílogos con los brazos abiertos. Siento que esa andadura ya está bajo mis pies, es tan confortable el lecho de yerba que piso. Solo me resta comenzar a decir adiós o hasta pronto.


LO ARRASTRO

El sol no brillaba como todos los veranos, la arena de la playa era sucia, las olas que rompían en la orilla no querían volver al mar, ni su espuma era blanca. Donde antes saltaban pececillos intrépidos deseosos de correr por la tierra y contar al mundo lo maravilloso que es nadar entre algas verdes, sentir como otros peces te persiguen hasta la extenuación, salir siempre victoriosos de las fauces del mayor de los animales que habitan en sus profundidades; En su lugar como una estatua pétrea, aguaitaba el miedo, Toda esa vida se la llevo él.
Tampoco sabía muy bien porque lo hacía y a que era debido tanto odio, ni quien hace padecer tanto al alma para que se convierta en algo sin luz, abyecto y ávido de satisfacer su necesidad de sentir el mal ajeno; ¿Cuánto ha de purgar el que comete errores para volver a ser admitido en el mundo de los que caminan por la senda de lo correcto?, y ¡quien define lo que es correcto! Solo supo cual era su objetivo en el momento en que dejó de mirar, ya solo veía, nada le restituía la condición de ser, se preguntaba una y otra vez ¿de qué sirve sentir?
 Quiso ser hombre y  mujer para entender que hay más allá de la carne, pero no pudo apartarse de su esencia; Se arrancó la piel mil veces y espero otras tantas a que le volviera a crecer solo con el propósito que el dolor le hiciera entender ¿que habita en la capsula que encierra a los hombres?, quiso atreverse a  hurgar en el amor, compartiendo días y noches junto a unas caricias tan etéreas como conscientes de que al igual que los pétalos acabarían por caer, y no durarían más que el placer del primer encuentro; Nada le sirvió para dejar de formar parte de la decisión de lo que vive, se aferró con tanta fuerza a todos y cada uno de los que necesitan el aire para existir, que desde entonces y hasta ahora es una opción en las dudas del hombre, y la utilizan unos contra otros, regodeándose en las consecuencias de su efecto.
El miedo sacó al vivo del mar, y ahora lo tiene a su merced, y aunque algunos anden sobre dos piernas, siempre añorarán poder ser libres nadando en el mar de la inocencia. Otra vez dios decidió llenarnos de sentimientos que no podemos desechar, y nos regaló el miedo.

LA VIUDA

En la playa, en el atardecer de un verano cualquiera, cuando solo los niños juegan en la arena; Salía Carmen a pasear, se acercaba lo más que podía al lugar donde las rocas recibían los golpes de un oleaje, siempre furioso con la tierra que no le dejaba avanzar. Desde hacía diez años cumplía con el mismo ritual. Una noche de otoño, su marido Gaspar, partió a la pesca con sus compañeros, y una maldita tormenta los engullo. Nunca recibió su cuerpo.
Desde entonces le lleva cada tarde de los jueves unas flores amarillas; Ella viste de negro luto con un pañuelo atado a la cabeza, donde cubre su pelo rubio, que no quiere mostrar a nadie, porque su color desde la muerte de su marido solo es el negro. Deambula unos minutos por la arena con la apariencia de quien no sabe hacia dónde va, pareciese que aún aguardara que la mar le devuelva su cuerpo; Al final de su caminar llega a las rocas y se sienta en una de ellas, que está resguardada del agua, reza su oración mientras lanza una a una las flores al mar.
Se detiene en mirar como flotan en el agua, pidiéndole a dios que le devuelva a su Gaspar; Ella aún era joven cuando él murió, y desde entonces solo le queda la compañía de su recuerdo, reflejada en las fotografías de su amado, que sobre la mesilla mira sin tiempo. No pudieron tener hijos como deseaban tenerlos, Carmen se refugia en el olor que mantiene la ropa de pescador de su marido, nunca quiso lavarla y algunas noches antes de dormir las Exhala, buscando compañía en su lecho frío y desamparado.
Después de un buen rato mirando al horizonte, cuando ya el sol y la mar se juntan, ella suspira como queriendo llevarse en su cuerpo todo el aroma de la sal que día a día arruga su piel, y su corazón. En la caminata de vuelta recoge algunas conchas que descansan sobre la arena, arrastradas por la corriente.
Tiene en su casa un baúl lleno de conchas, que de vez en cuando acaricia creyendo que alguna rozó el cuerpo de su esposo. Los niños que la miran, ya saben que es la viuda de los jueves, entre ellos imaginan mil historias; algunas de ellas llena de aventuras de marinos, que surcaron los mares más recónditos de la tierra; Ella es la mujer del capitán que murió atrapado por un pulpo gigante, o devorado por un pez legendario que habita en las profundidades del océano.
Antes de que sus pies dejen de pisar la playa, besa sus dedos y los acerca a la arena, diciendo para sus adentros-Hasta el próximo jueves mi amor.- Así se marcha de vuelta a su hogar, donde poder seguir viviendo a la espera de otro día sin él.


HORIZONTE

Otro día de lluvia y frio en su alma, de querer retornarla por todo lo que le hacía sufrir sin darle ninguna alegría. Pablo no comprendía en que se equivocaba cada vez que abría su corazón a decir “te quiero”, creyó que su lenguaje no era el idóneo ni las palabras formaban las frases que su amor sí escribía; Desde la ventana de su habitación miraba como la mar se besaba con el cielo, daba lo mismo si venía acompañado de nubes o su color cambiaba, o si el agua estaba quieta o rugía enfadada por no alcanzar con sus olas a abrazar al cielo, que en ocasiones le traía regalos en forma de nubes blancas. Ellos siempre se unían para amarse, provocando que en el empíreo todos los ángeles celebraran con cantos y bailes tanto amor.
Desde no sabía cuando, Pablo quiso ser quien dijera mejor que nadie “te amo” que fueran sus ojos y sus labios los que transmitieran el mensaje de su infinita pasión, lo intentó todas las veces que pudo con todas las amantes que conoció, se vació de dulzura acompañada del escalofrió que produce sentirse al lado de quien amas; Pero una noche, sentado junto a la mujer que creyó sería la que abriría la tierra, para plantar los corazones que echarían las más fuertes raíces, notó que no quedaba nada en su alma, rebuscó en todos los rincones de las alcobas de su corazón para descubrir que solo quedaban reflejos de las emociones.
Se sintió perdido, no se reconocía, se preguntó una y otra vez como pudo pasar, donde había guardado los “te quiero” ¡no era capaz de encontrar lo que tantas veces había dicho!
A su mente vinieron los rostros que tanto le inspiraron, quiso volver a identificar las huellas por donde un día recorrió la vereda del deseo. Nada quedo en el camino que le ayudase a saber cómo sintió.
En ese instante volvió sus ojos hacia el horizonte, vio como desde el cielo se formaban pequeños remolinos que bajaban hacía la mar, eran de todos los tamaños, grandes, pequeños, medianos. Algunos grises, otros casi negros, unos blancos. Anchos en el cielo, estrechos junto al mar; En ese momento sonrió, dejando que lagrimas dulces cayeran por su mejilla. Entendió por qué no encontraba su trozo de corazón donde estaban escritos los sentimientos vividos.
 Nunca dos almas pasean su alianza por la misma senda, quererse es conquistar cada día nuevos caminos que andar juntos. Así cerró la puerta de la duda, conquistando de nuevo a su desmayado corazón.

HACIA DONDE FUE

¿Cómo iba a pensar que después de tanto tiempo, estando en la cúspide de todos los éxitos?, caería sin darse cuenta en el abismo de la desesperación, ¿quién sería su compañero en este viaje? Ya nadie querría compartir ni una sola vez más su cuerpo y sus besos.
Toda su vida dejaba de ser “yo” para convertirse en ellos; Su piel y sus ojos dejaron de brillar, sintió que incluso su tacto era áspero al acariciar, por su carne dolorida y llena de señales invisibles, corrió un terror incontrolable, lloró amargamente mientras miraba su reflejo en el espejo y se preguntaba ¿por qué? Y ¿Cuándo?, Cometió el error de creer que a él nada podía pasarle, su soberbia le impidió ver que todo estaba decidido y que el destino (“maldito destino”) tenía un plan para su vida, y ese plan pasaba por que dejara, más pronto que tarde, de poder vivir esa existencia, con la pasión y la alegría que siempre le había puesto a todas sus decisiones; A todas menos a una, y esa sería la que determinó que todo cambiara, se preguntó una y otra vez cual era la causa de su desdicha, y la encontró en el hueco de sus cicatrices.
 Nunca sintió el dolor de los demás, y esa era la aventura que le estaba preparada, y para ese viaje, no tenía más compañero que su alma. Y ahora camina por la senda que dejaron los auxilios a los que nunca respondió.

NANA PARA DESPERTAR
Remedios mecía en sus brazos a su bebe con tanta dulzura, y tan despacio, que el mundo entero parecía detenerse y enmudecer para que ella pudiera oír tan solo los latidos de su diminuto corazón.
Cada noche le pedía a dios que no lloviese, ni tronase, y que las gentes que paseaban, no anduvieran bajo su ventana, hasta después que hubiera dormido a su criatura, le soplaba suavemente en la cara para que creyera que una brisa suave y caliente le acariciaba la cara, deslizándole la mano por su cabeza pelona, rozándole con la yema de  los dedos, para evitar  que ninguna de sus uñas le pudiera arañar; Mientras se ceñía todo su cuerpecito con mucha delicadeza, y dejaba que su oreja redondita, y colorada oyera la música que su corazón interpretaba cada noche para empezar el sueño. Hasta retardaba sus latidos, ¡no fuera a ser que un corazón acelerado le  impidiera dormir! Y así se quedaba mirando su carita hasta que cerraba los ojos, y ya pertenecía al mundo de las hadas.
Noches enteras quedó de pie junto a su cuna, esperando a que hiciese el más mínimo movimiento para comenzar de nuevo, o sacar su pecho y amamantarle hasta que solo le quedaba sangre en los pezones.
Hoy la madre muerta habita  en la  habitación del reproche, y su alma vaga queriendo saber que no hizo, por evitar que algo o alguien despertara a su bebe.

¡¡CUANTO TE QUIERO!!

Estaban acabando el postre, Juana y Pedro, cuando ella le espetó:
-¡Niño! ¿Cuantas veces me has dicho que me quieres?
-¡mujer! a que viene esa pregunta, contestó Pedro mientras le limpiaba restos de tarta de chocolate que tenía Juana en la comisura de los labios, sabes que para mí no hay nadie, ni nada más importante que  tú, además siempre que me haces esa pregunta te contesto lo mismo.
- Si, pero no sé yo si eso es verdad, últimamente me lo dices poco.
El miraba a través de la ventana del octavo piso, e intentaba encontrar alguna respuesta distinta,  pero solo veía tejados, en aquella noche clara y llena de estrellas apagadas, necesitaba un argumento  que agradara a su mujer y la hiciera feliz por una sola vez más , suplicaba en silencio desde que en ella hiciera aparición la enfermedad del olvido, cada día se encontraba en la misma situación, ella desvanecía en su memoria blanca, todas las palabras que su amado esposo le decía, y el ya no atinaba a pronunciar las palabras más dulces que contentaran el corazón de Juana, su capacidad de crear lenguaje ya se habían agotado, y después de tantos años conviviendo con ella y su enfermedad, no podía más, y decidió decírselo, aunque esta fuese la última.
¡Mira mi niña!, si pudiese volar, te cogería de la mano y te llevaría a recorrer el cielo, para que vieras desde ahí arriba, que no hay nada por debajo que yo ame más que a ti.
-¡si, si!, contestó ella.
-Y si te pidiera que me amaras más que a tu propia vida ¿qué harías?
-Desde que te vi por vez primera te quiero más que a mi vida.
¡Vale, pues demuéstramelo!
-Ven mi amor dame la mano. Le dijo Pedro, agarrándole fuertemente su mano, llena de surcos, con unos  dedos huesudos, largos, blancos y sin brillo en las uñas. El acababa de notar un pinchazo en el alma, sabía que por mucho que lo intentará jamás lograría que su mujer volviese a mirarlo, como quien era. Su amor.
La asió, le dio un beso en los labios, la abrazó con fuerza, se acercó hacia el balcón, y juntos saltaron desde el octavo piso. Mientras caían, ella lo miró y le sonrió, y solo tuvo tiempo de decir unas palabras antes de que sus cuerpos se estrellaran contra el suelo.
¡Cuánto me quieres!