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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

viernes, 18 de febrero de 2011

LO ARRASTRO

El sol no brillaba como todos los veranos, la arena de la playa era sucia, las olas que rompían en la orilla no querían volver al mar, ni su espuma era blanca. Donde antes saltaban pececillos intrépidos deseosos de correr por la tierra y contar al mundo lo maravilloso que es nadar entre algas verdes, sentir como otros peces te persiguen hasta la extenuación, salir siempre victoriosos de las fauces del mayor de los animales que habitan en sus profundidades; En su lugar como una estatua pétrea, aguaitaba el miedo, Toda esa vida se la llevo él.
Tampoco sabía muy bien porque lo hacía y a que era debido tanto odio, ni quien hace padecer tanto al alma para que se convierta en algo sin luz, abyecto y ávido de satisfacer su necesidad de sentir el mal ajeno; ¿Cuánto ha de purgar el que comete errores para volver a ser admitido en el mundo de los que caminan por la senda de lo correcto?, y ¡quien define lo que es correcto! Solo supo cual era su objetivo en el momento en que dejó de mirar, ya solo veía, nada le restituía la condición de ser, se preguntaba una y otra vez ¿de qué sirve sentir?
 Quiso ser hombre y  mujer para entender que hay más allá de la carne, pero no pudo apartarse de su esencia; Se arrancó la piel mil veces y espero otras tantas a que le volviera a crecer solo con el propósito que el dolor le hiciera entender ¿que habita en la capsula que encierra a los hombres?, quiso atreverse a  hurgar en el amor, compartiendo días y noches junto a unas caricias tan etéreas como conscientes de que al igual que los pétalos acabarían por caer, y no durarían más que el placer del primer encuentro; Nada le sirvió para dejar de formar parte de la decisión de lo que vive, se aferró con tanta fuerza a todos y cada uno de los que necesitan el aire para existir, que desde entonces y hasta ahora es una opción en las dudas del hombre, y la utilizan unos contra otros, regodeándose en las consecuencias de su efecto.
El miedo sacó al vivo del mar, y ahora lo tiene a su merced, y aunque algunos anden sobre dos piernas, siempre añorarán poder ser libres nadando en el mar de la inocencia. Otra vez dios decidió llenarnos de sentimientos que no podemos desechar, y nos regaló el miedo.

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