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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

viernes, 18 de febrero de 2011

¡¡¡CUANTO TE QUIERO!!!

Estaban acabando el postre, Juana y Pedro, cuando ella le espetó:
-¡Niño! ¿Cuantas veces me has dicho que me quieres?
-¡mujer! a que viene esa pregunta, contestó Pedro mientras le limpiaba restos de tarta de chocolate que tenía Juana en la comisura de los labios, sabes que para mí no hay nadie, ni nada más importante que  tú, además siempre que me haces esa pregunta te contesto lo mismo.
- Si, pero no sé yo si eso es verdad, últimamente me lo dices poco.
El miraba a través de la ventana del octavo piso, e intentaba encontrar alguna respuesta distinta,  pero solo veía tejados, en aquella noche clara y llena de estrellas apagadas, necesitaba un argumento  que agradara a su mujer y la hiciera feliz por una sola vez más , suplicaba en silencio desde que en ella hiciera aparición la enfermedad del olvido, cada día se encontraba en la misma situación, ella desvanecía en su memoria blanca, todas las palabras que su amado esposo le decía, y el ya no atinaba a pronunciar las palabras más dulces que contentaran el corazón de Juana, su capacidad de crear lenguaje ya se habían agotado, y después de tantos años conviviendo con ella y su enfermedad, no podía más, y decidió decírselo, aunque esta fuese la última.
¡Mira mi niña!, si pudiese volar, te cogería de la mano y te llevaría a recorrer el cielo, para que vieras desde ahí arriba, que no hay nada por debajo que yo ame más que a ti.
-¡si, si!, contestó ella.
-Y si te pidiera que me amaras más que a tu propia vida ¿qué harías?
-Desde que te vi por vez primera te quiero más que a mi vida.
¡Vale, pues demuéstramelo!
-Ven mi amor dame la mano. Le dijo Pedro, agarrándole fuertemente su mano, llena de surcos, con unos  dedos huesudos, largos, blancos y sin brillo en las uñas. El acababa de notar un pinchazo en el alma, sabía que por mucho que lo intentará jamás lograría que su mujer volviese a mirarlo, como quien era. Su amor.
La asió, le dio un beso en los labios, la abrazó con fuerza, se acercó hacia el balcón, y juntos saltaron desde el octavo piso. Mientras caían, ella lo miró y le sonrió, y solo tuvo tiempo de decir unas palabras antes de que sus cuerpos se estrellaran contra el suelo.
¡Cuánto me quieres!

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