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viernes, 18 de febrero de 2011

LA VIUDA

En la playa, en el atardecer de un verano cualquiera, cuando solo los niños juegan en la arena; Salía Carmen a pasear, se acercaba lo más que podía al lugar donde las rocas recibían los golpes de un oleaje, siempre furioso con la tierra que no le dejaba avanzar. Desde hacía diez años cumplía con el mismo ritual. Una noche de otoño, su marido Gaspar, partió a la pesca con sus compañeros, y una maldita tormenta los engullo. Nunca recibió su cuerpo.
Desde entonces le lleva cada tarde de los jueves unas flores amarillas; Ella viste de negro luto con un pañuelo atado a la cabeza, donde cubre su pelo rubio, que no quiere mostrar a nadie, porque su color desde la muerte de su marido solo es el negro. Deambula unos minutos por la arena con la apariencia de quien no sabe hacia dónde va, pareciese que aún aguardara que la mar le devuelva su cuerpo; Al final de su caminar llega a las rocas y se sienta en una de ellas, que está resguardada del agua, reza su oración mientras lanza una a una las flores al mar.
Se detiene en mirar como flotan en el agua, pidiéndole a dios que le devuelva a su Gaspar; Ella aún era joven cuando él murió, y desde entonces solo le queda la compañía de su recuerdo, reflejada en las fotografías de su amado, que sobre la mesilla mira sin tiempo. No pudieron tener hijos como deseaban tenerlos, Carmen se refugia en el olor que mantiene la ropa de pescador de su marido, nunca quiso lavarla y algunas noches antes de dormir las Exhala, buscando compañía en su lecho frío y desamparado.
Después de un buen rato mirando al horizonte, cuando ya el sol y la mar se juntan, ella suspira como queriendo llevarse en su cuerpo todo el aroma de la sal que día a día arruga su piel, y su corazón. En la caminata de vuelta recoge algunas conchas que descansan sobre la arena, arrastradas por la corriente.
Tiene en su casa un baúl lleno de conchas, que de vez en cuando acaricia creyendo que alguna rozó el cuerpo de su esposo. Los niños que la miran, ya saben que es la viuda de los jueves, entre ellos imaginan mil historias; algunas de ellas llena de aventuras de marinos, que surcaron los mares más recónditos de la tierra; Ella es la mujer del capitán que murió atrapado por un pulpo gigante, o devorado por un pez legendario que habita en las profundidades del océano.
Antes de que sus pies dejen de pisar la playa, besa sus dedos y los acerca a la arena, diciendo para sus adentros-Hasta el próximo jueves mi amor.- Así se marcha de vuelta a su hogar, donde poder seguir viviendo a la espera de otro día sin él.

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