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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

viernes, 18 de febrero de 2011

SIEMPRE SOMOS

¡Al fin las seis de la tarde! Quedaron los libros guardados hasta mañana, merendó un buen bocadillo de salchichón, hizo los pocos deberes de sociales que tenía, y salió corriendo a casa de Amaya; Vivían en la misma calle, solo dos porterías les separaban.
Mientras los demás adolescentes se buscaban en los parques y en las aceras, para jugar al futbol ellos, y contarse historias de amor ellas; Ángel y Amaya se sentaban en el suelo de la casa de ella con un pequeño radio “cassette”, tenían también las letras de un sinfín de canciones; La madre de ella cosía o arreglaba cualquier cosa en la casa que no interfiriera lo que ellos hacían, muy al contrario procuraba que sus trabajos caseros no hicieran mucho ruido para poder escuchar como cantaban. ¡Sí!, lo que hacían era grabar canciones en un “cassette”, las sabían casi todas, y de muchos y variados cantantes, tanto solitas como de grupos; Era igual si la canción era de amor, de baile, o como se llamaban en aquella época canciones “de protesta”, solo tenían que mirarse un par de veces después de oír la canción, y ya tenían claro como debía de cantarse, en que tono, quien haría una voz, quien la otra y cuando juntos.
 Era imposible encontrar algún desatino, todas las canciones salían de sus bocas como si hubiesen sido escritas para ellos; Así estuvieron años hasta que un día ella subió a un tren que la llevaría a un viaje largo y lleno de nuevas emociones. Él se quedó en la misma calle, y ahora cantaba canciones de solistas.
De vez en cuando el tren de ella llega unos días a la ciudad, y no necesitan decirse nada porque sus voces vuelven a hablar con música de fondo; Siempre tuvieron y tendrán junto a ellos todas las notas escritas en el pentagrama, y en ese lenguaje siguen hablando sin que nadie más, sepa entrar en su mundo.

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