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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

lunes, 21 de febrero de 2011

DÉJAME

Déjame, acariciar tu sonrisa
Mírame, ¡como me enamora tu risa!
Eres el aire envuelto en pasión
Escondí en tu bolsillo mi corazón
Invente un beso solo para tu boca
Son tus labios los que a mí me tocan
Déjame enredar tu pelo
Tengo un peine entre mis dedos
Me enloquece tener para mí tus deseos
Déjame columpiar tu cuerpo
Mirar tu cara, es ver la luna llena en agosto
No existe nada tan hermoso como tu rostro
Déjame ser quien te diga cada mañana ¡buenos días!
Soy quien te sueña, solo para amarte
Déjame darme entero, no solo una parte
Si me pronuncias, te doy una flor
Es el principio de mi amor
Déjame caminar junto a tu fragancia
Te pido que me dejes amarte sin distancia

OLVIDE QUE SIN TI NO TENGO RECUERDOS

Olvide que sin ti no tengo recuerdos
Marche solo, sin llevarme nada
Solo, en una dirección de murmullos dormidos
En la ciudad odiada, Que ahora reza entre quejidos
Escribí en las aceras mi nombre para no seguir tú huella
Me ahogue en las fuentes heladas de diciembre
No pude ver tu vacio en la luz de una cerilla
Escarbe en mi memoria, quemada por la fiebre
Solo halle tristezas hechas de arcilla
Son mis manos un campo sin arar de caricias
Es mi cuerpo un árbol talado de hambre por sentirte
Olvide que sin ti no tengo recuerdos
Me abandonaron con premura todas las sonrisas
Se unieron a mi ceguera por amarte, todos los solitarios
A escondidas, los sueños se marcharon sin decir adiós
Entendí que sin ti no vive el amor
Ahora voy despacio en busca de tu abrazo
Lo encontraré donde no me queden arañazos
Ya no habitan recuerdos en mi alma helada por tu ausencia
Olvide mis nostalgias en una niñez de amor e impaciencia
Olvide que sin ti no tengo recuerdos
Olvide que sin ti camino entre muertos

LLORA LA NIÑA

Llora la niña, en sus ojos solo hay arena
Llora la niña, no tiene quien le cante a su pena
En su calle vive la oscuridad
Llego de noche, a quedarse en la ciudad
No tiene madre que la abrace
Se la llevo el frío, ¡Que dolor de soledad!
 Su corazón late en silencio
No quiere al dolor despertar
En sus manos guarda una medalla
Se la dio la abuela, al irse a acostar
Llora la niña con la boca cerrada
No puede gritar está asustada
La niña tiene amargura
No encuentra quien le dé amor para su cura
¡Que maldita noche se llevo su abrazo!
¡Que invierno cruel le dio a su alma este arañazo!
Llora la niña, le pide a dios una señal
Llora la niña, dios no la oye está atrapado en un cenagal

PAULA Y SU JARDIN

Vacio el agua de todos los floreros, tiro las flores marchitas, decidió que ya había llegado el momento de cambiar el color que decoraban sus jarrones; Solía esperar a que cayeran por si solas, pero esta vez su mirada se cansó de ver tanta tristeza, Paula estaba enamorada de todo lo que respiraba, la naturaleza le regalaba tantos momentos de plenitud, que se relacionaba mejor con las plantas que con las personas.
En su búsqueda de un amor eterno, perdió todos los amores fugaces; Se adentró en un mundo de plantas, ellas colmaban todas las expectativas que tenía de lo que para ella suponía esperar, a que algo le diera satisfacción. Las regaba con la lentitud de una bailarina en un paso de minueto, dejaba que el agua cayera gota a gota, sin asustar a las hojas; Si debía podar, lo hacía pidiendo perdón a la planta, porque creía firmemente que sentían dolor cuando se les cortaba alguna hoja. Buscaba el mejor lugar en su jardín para cada una de sus plantas, verlo era entrar en un paraíso de color. Toda su ternura quedaba reflejada en el hermoso vergel que rodeaba su casa. En un pequeño cobertizo guardaba todos los utensilios que usaba para trabajar; No importaba si al volver del trabajo se sentía cansada, para sus plantas siempre había un momento para decirles que alguien se ocupaba de ellas; su vida se fue alejando de la espera de un amor imposible, lo esperó durante mucho tiempo, pero él se olvido de su dirección, no encontró como volver al camino que lo llevaba hasta Paula.
En ese mismo instante ella disfrazó su corazón de maleza, nadie volvería a podar su amor. En sus encuentros con la soledad, se reía como una joven alocada, casi parecía que nunca nadie, escribió su nombre en un poema. Creyó, que todo el que se acercaba a ella para insinuar un comienzo de algo, no importaba el que, solo pretendía sin ni siquiera saberlo, romperle todas las flores que regó con las lágrimas de un amor que no pudo dar a nadie. Era muy difícil que estuviera dispuesta a conocer gente, perdió la cuenta del tiempo que hacía que ningún hombre la abrazaba; era joven y sus facciones la hacían atractiva a los demás, No se sentía defraudada con la vida, solo temía que otra vez alguien dejara de acompañarla a pasear en primavera.
Tenía organizado el jardín de tal manera, que cada conjunto de flores estaban unidas según su color y su aroma; Cuando paseaba entre ellas extendía las manos rozándolas con las yemas de los dedos, mientras les contaba alguna novedad del día, o simplemente tarareaba alguna canción. Solía vestirse con una bata de color verde, para no desentonar con el paisaje que formaban las flores siempre que andaba entre ellas. Su pelo rojo como un amanecer, se movía suelto, era como la continuación de los pétalos de sus rosas.
Se repetía en voz alta-¡que hermosas estáis!-sonreía con el descubrimiento de un nuevo brote, y lloraba si alguna hoja o flor caía abandonada por una naturaleza desmemoriada, que cada otoño olvidaba el gran amor que tuvo con todas ellas. Mientras estaba absorta en su jardín, no evocaba la soledad de su vida. Amó todo lo que una mujer puede amar, le dio la vida entera, se vació sin saber si volvería a llenarse; No supo darse a medias, le entrego cada palmo de su alma y de su cuerpo; Él no entendió que significaba ser ese alguien a quien esperas cada día para compartir un universo de amor y pasión, prefirió la frialdad de un trabajo bien remunerado. En cada segundo que pasaba junto a sus plantas, sentía como algo se renovaba en su interior; en un rincón las azucenas, con su color blanco, que la invitaban a pasear por las noches, para oler ese aroma tan intenso que desprenden. Cuantas noches se dejo llevar por el ansía de un romance lleno de aventuras, cuantos soñadores como ella saltaron la valla, para raptarla y embarcarse en un viaje en el que solo serían ellos dos y una pasión, solo descrita por los grandes poetas; Las azucenas, caprichosas flores de su anhelo.
En el otro rincón, separadas por pedacitos de yerba fresca, habitaban como las reinas del jardín, señoras altaneras y poco amigas de nada que no tuviese que ver con un sentimiento sincero; Las rosas, esas elegantes y estiradas, compañeras fieles si les das tu corazón. Paula las miraba, los olía, las acariciaba con tanto esmero y cuidado, que sus manos parecían rozar la piel de un niño dormido. En sus ojos brotaban tímidas lágrimas, temerosas de mostrar que algo se movía en su corazón, ellas fueron en muchas ocasiones las culpables de creer a un amor que le prometió flores y solo le dejo sus traidoras espinas. Eran la memoria de su fracaso en el amor. En ellas se entretenía poco tiempo, las cuidaba tan bien como a las demás, pero no soportaba durante mucho tiempo su arrogante presencia.
En otra parte, un hermoso naranjo, ¡que olor tan especial dejaba su flor de azahar! Como le gustaba sentarse bajo su sombra, mirar como el sol iluminaba su fruto, dándole ese color brillante que invitaba a morder la naranja; Era su pequeña pasión, saber que las podía coger, pero que algo le decía que aún no era el momento. Así fueron sus años de romances, siempre vio lo que tenía delante, pero nunca se atrevió a darle ese mordisco que la hubiese llevado a los confines del deseo compartido.
 Su experiencia en el amor la volvió desconfiada, no era suficiente una herida de amor para esconderse de la posibilidad de volver a encontrarse con él; pero ella era tan sensible, que cualquier desaire la dañaba, como quien pierde ese objeto que guarda donde solo se mira de vez en cuando, para recordar que alguien nos amó. Su naranjo le hacía sentirse invadida por una pasión extraña y al mismo tiempo la reconfortaba, sabía que solo tenía que atreverse a exponer de nuevo su corazón; que prodigio tiene un corazón abrazado por unas manos enamoradas. En el contorno de sus plantas Vivian como agazapadas, hierbas de distintos colores, formas y tamaños. Eran esas criaturas que viven al cobijo de una buena tierra y alguien que las riegue; No necesitan mayor compromiso, les basta un poco de atención para seguir vivas. Paula no tenía bastante con eso, ella quería un amor entero y para siempre.
En otra parte del jardín, crecían las margaritas blancas, ¡cuantas de ellas sucumbieron a las dudas de Paula! A cada nuevo paso que daba en el amor, deshojaba una flor; No solo le preguntaba ¿me quiere, no me quiere?, algunas veces su consulta era más compleja, casi les interrogaba sobre las posibilidades de un amor difuso; ¿vendrá no vendrá?, ¿es sincero, me miente? Y así un sinfín de dudas. Las margaritas se convertían en su consejeras. Duró poco la relación, un día se marchitaron y tuvo que esperar a una nueva primavera, a que les dieran respuesta, mientras tanto optó por buscar respuestas en su corazón.
En medio de todo este jardín, que era su vida convertida en plantas, había una pequeña fuente, No era muy grande, ni tampoco tenía una forma muy especial, era hecha de piedra gris, con un surtidor en forma de calabaza, y una bandeja donde se recogía el agua que volvía una y otra vez a salir por el mismo lugar. Con el sonido del agua se entretenía horas, sin pensar en nada más.
En los momentos que pasaba en su jardín, la vida era solo una espera, cada estación le traía un nuevo impulso para no dejarse abatir por el ansia de querer compartir su vacio.
Acabado un invierno duro y frío, tomo renovadas fuerzas para que sus plantas y flores comenzasen a florecer en primavera, repitió todos los pasos que eran necesarios para que todas se sintieran queridas y cuidadas, agua, abono, tierra y mucho cariño. Una mañana se despertó con la idea de que algo nuevo debía plantar en su jardín, dudó entre distintas opciones de flores y plantas; al final se decidió por una enredadera. Son plantas que pueden servir para ocultar las partes del jardín que nos parezcan menos atractivas, Ella quiso ponerlas cerca de las rosas, no por que fuesen feas sus rosas, pero servirían para ocultar que su corazón tenía clavada la espina de un amor que no se acordó de volver a buscarla. Las enredaderas se han de asegurar muy bien para que con el paso de los años no se derrumben; Serían testigo de una soledad forjada por los años; Cada vez que la mirase recordaría que no quiso deshacerse de un recuerdo, que aunque doloroso, le traía a la memoria un amor que estuvo cerca de ella. Alguien la amo solo por un instante. Son plantas que has de colocar de manera que dirijas su crecimiento, de lo contrario se expande por todas partes del jardín. Sabiendo hacia donde crecen, tendría siempre un lugar al que dirigir sus ojos cuando la pena viniese a visitarla. Así pasaron unos años hasta que una amiga del trabajo le regalo una planta exótica traída de un país lejano, el nombre de la flor era casi impronunciable; pero sí sabía que su naturaleza era vivir muchos años, solo necesitaba luz, mucha agua y que se mantuviese lo más alejada de las demás plantas del jardín; sus raíces solían invadir las raíces de las otras plantas, hasta dejarlas secas. Paula tuvo dudas sobre si plantarla o no, pero al final decidió que no importaba ese riesgo. Si las demás querían seguir vivas, deberían espabilar y no dejarse amedrentar por quién podía dañarlas.
Se sintió identificada con esa flor, de poco le servía su belleza y sus ganas de amar, si no salía a enseñar que tenía un corazón dispuesto a que lo amaran de nuevo. Se mezclaría con los demás corazones. Prefirió que de nuevo alguien le pudiese dañar su amor, a quedarse sola en su vergel, que era como un reflejo de lo que había sido y era su vida. La planta exótica seria ella, aunque tuviese que exponerse a que alguien de nuevo podase su corazón, era preferible morir amando que vivir solo de un recuerdo que se fue. Plantó la flor extraña, la cuidó lo suficiente para que se sintiera querida, entre las demás; Todo lo que le rodeaba tomo un color diferente, las demás flores y plantas del jardín se volvieron más fuertes y resistentes, ante la amenaza de una flor extraña. Paula decidió no vivir más tiempo anclada en el recuerdo: Un día de verano Salió a pasear, con los primeros rayos del día, estaba preciosa, con una camisa blanca, y una falda azul. Su pelo recogido en una trenza, por la calle paseaba la gente, algunos hombres la miraban, otros le sonreían; Ella les devolvía la sonrisa. Sentía que algo se movía en su cuerpo; recordó a la flor exótica, extraña entre otras flores. Desde ese momento invadió el espacio que existe entre su deseo y su miedo al dolor de un fracaso. Anduvo libre y sin miedo; en esa mañana de verano alguien volvió a sonreírle, ella devolvió la sonrisa, y también la vida.

viernes, 18 de febrero de 2011

DONDE TE ESCONDES

Donde estas que no te encuentro
Donde ríes que no te oigo
 Si no oyes mi lamento, mírame
Te estoy buscando sin saber
Escúchame te habla mi sentimiento
Soy la agonía de un loco que perdió su querer
Tengo de ti todos los sueños que nunca veré
Te escondes donde solo un amor como el mío te encontrará
Busco en ese lugar que anida la esperanza de ser ola en tu mar
Tengo de nosotros las más bellas historias de amor
Solo tu mano es mi guía, sin ti pierdo la vida
Ayúdame a no caminar sin una senda
Te Bajare de una nube mi más dulce ofrenda
¡Donde te escondes! Que miedo te aparta de mí
Dame una señal, no me hagas sufrir
Soy un abrazo al llegar, y un beso al despedir
No se buscarte sin mirar mi corazón
Estás ahí desde el día en que te vi
Te encontraré donde vives agarrada a la pasión
Por siempre te amaré, eres quien para vivir, me da la ilusión.

POEMA PARA LINA

Ahí pasea sobre el hilo de una sinfonía
Ahí ríe, como el sonido de una orquesta afinada
Se esconde de la pena que le trae la afonía
Despierta con la mirada despeinada
Su luz es el reflejo del sol en su pelo rojo
No conoce el olvido de su corazón
Vive para cantarle a los sonidos del amor
De sus manos salen las caricias que regala a su nieto
En sus comienzos están todos los finales
A su lado, no vive ningún ser inquieto
En el recuerdo de su alma, están grabadas todas las canciones
Con los años, su voz te regala briznas de aire para respirar
¡Como me gusta poder contigo cantar!
Este poema es la partitura de mi regalo
Que por siempre será la voz que camine a tu lado.

NO PUEDO NEGAR QUE ME QUIERES

En las canciones que oigo, están las caricias que me invento para sentirte cerca.
 En las palabras sin acento me deslizo para sorprenderte y robarte un beso;  En mis manos no hay surcos, solo piel tersa para no dañarte cuando entrelaces las tuyas con mis dedos.
 En mi mirada no existe la melancolía, tengo los ojos llenos de luz para que nunca sientas la oscuridad. Sabrás que soy yo, cuando tu piel se desnude sin rubor.
Ahora ya no puedo negar que me quieres, sabes que no tengo miedo a decirte que mi vida somos los dos.
Sufro más en la realidad de no tenerte, que en la imaginación de soñarte, todo será más un espacio contigo, que un desierto sin ti, he sentido mi querer llamándote a gritos,
este amor vivirá, aunque la vida deje de existir.
No escondas tu corazón, tengo un mapa del lugar donde lo guardas ¡Como he de esperarte si nunca te has ido de mí! Aunque camine sin dirección, todo me lleva a tu sombra. Soy lo que esperas en tu quietud, cada tarde.
No puedo negar que me quieres, me lo dice el corazón que vive sin mi permiso.
Quisiera no perderme en las palabras que no llegan a ti, quisiera tener la voz de un regalo.
Cuantos charcos han pisado mis sentimientos, ahora nado en un lago de esperanza
Mi voz suena sin un aire que la lleve a tus oídos.
Sin saberlo, somos lo que busca un poeta en sus noches de insomnio. Solo amor.

SIN LO QUE NOS QUEDA

Cada día voy contando lo que me queda para verte
Cada noche voy soñando lo que me queda para desnudarte
Las horas son eternas sin ver tu boca
Te espero sin prisa, con mi alma como loca
En los vacios que son mi vida sin ti
Los lleno de caricias del deseo que contigo compartí
En mi puerta no hay cerradura
Se abre siempre con tu ternura
¡Quiéreme como sabes!
¡Quiéreme con locura!
¡Dame tus besos tan suaves!
Sin lo que nos queda construiremos nuestra casa
En cada piedra escribiré tu nombre
La tristeza siempre será escasa
No pidas que a tu ausencia me acostumbre
Llorare con la luna, y reiré con el sol
Solo te estoy hablando de amor
Sin lo que nos queda viviremos en un mundo que no está aquí
Que tan solo existe en mi pasión por ti
En el espacio de tu inmensa presencia, a mi pena combatí
Donde imagines mi abrazo, estarán mis manos
Con el brillo de tus ojos iluminaremos la oscura pena
No me esperes más, ya estoy en tus venas.
En mi puerta no hay cerradura
Se abre siempre con tu ternura
¡Quiéreme como sabes!
¡Quiéreme con locura!
¡Dame tus besos tan suaves!

LA ESPERA

Quedo a las ocho de la mañana en el hospital con su amigo Raúl. Era el primer día en el que debían hacerle todas las pruebas, para conocer con todo detalle cual era la enfermedad que le estaba haciendo tanto daño. Para ese día escogió como vestimenta, una camiseta azul con un pequeño castillo estampado en ella y un pantalón vaquero desteñido; Su pelo corto, casi rapado, le confería una imagen más delgada de lo que en realidad era. Sentado junto a Raúl, no paraba de mover las manos, cruzaba constantemente una pierna sobre otro, para cambiarla después. Su mirada se perdía en todos los carteles colgados en la sala, que indicaban unos como cuidarse la enfermedad, otros como no sentirse desplazado o solo. Las demás personas que esperaban en la sala, compartían la ansiedad y el miedo que aquella visita producía. Era un desfile de miradas ausentes, donde ninguno se atrevía a fijar sus ojos en otro, no fuera a ser que alguna señal o mueca delatara que ya estaba invadido por la enfermedad que había convertido a los que la tenían, en seres culpables de un crimen contra la vida. De vez en cuando cruzaba alguna palabra con su amigo, palabras que solo contenían trocitos de espacio para rellenar la larga espera; Después de una interminable hora de asfixia, una enfermera dijo su nombre en voz alta buscando entre todos a alguno que respondiese. Se levantó de su asiento de plástico gris y con la máxima velocidad que le permitía su agobio se acercó a la joven; Ella le hizo pasar a una sala donde le esperaba una doctora con bata blanca, gafas con montura plateada y una expresión en la cara difícil de descifrar. Le pidió que se sentase frente a ella, lo miro a los ojos y directamente le dijo:-Está usted infectado-.
En ese momento se imagino que todo su cuerpo se descomponía en trozos de carne podrida, toda su vida paso por su mente, sintiendo que solo le quedaba aprender a decir adiós, porque en ese instante dejaba de respirar. El castillo que llevaba pintado en la camiseta se derrumbó, sus ojos cambiaron de color y su voz enmudeció; Nada pudo responder ni preguntar, solo lloró sin consuelo. Pasados los años vive en el mundo de los que saben cómo avanzar sin mirar atrás, porque la vida no da más esperanza que la que seas capaz de construir.

DONDE GUARDES LA PENA

Cuando sientas que la pena te viene a visitar
Di mi nombre y dejaras de llorar
Si al pedir amor recibes silencio, No temas
Estoy amándote donde guardas las penas
En tu soledad estaré para darte mi amor
En el vacío que da la noche Abrazaras mi alma
Y si alguna lagrima por tu rostro camina
Déjame que sea yo quien la recoja, ¡mi vida!
No dejes de soñar que tu corazón vibra
No tengas miedo si tu querer se quiebra
Yo amare por los dos, esa será mi obra.
Cuando sientas que la pena te viene a visitar
Di mi nombre y dejaras de llorar
Si en tus besos no hay aire, seré oxigeno para tu boca
Donde guardes la pena, estaré contigo como una roca.
Ya no hay llanto en tu mirada
Solo veo sonrisa ¡ay mi amada!
En las heridas que forjaron tu dolor
Construiré nuestro paraíso de amor
Ya no quedan cicatrices del olvido
Solo mis caricias, de amante atrevido
¡Deja ya de buscarte en las penas!
¡No ves como te estoy amando mi dueña!
Cuando sientas que la pena te viene a visitar
Di mi nombre y dejaras de llorar
Si al pedir amor recibes silencio, No temas
Estoy amándote donde guardas las penas



LA CITA

Acudía a su encuentro en una tarde de otoño, donde pasear por las calles era abrigar, no solo al cuerpo si no también al corazón. Había pasado todo el día anterior pensando, que le diría a ella, que no le hiciese creer algo distinto a lo que sentía por su amor. En su deseo de que nada saliera mal, compró una flor. Al principio dudó, entre todas las flores posibles que le gustaban. Al fin se decidió por una orquídea. Desde unas semanas atrás sus encuentros se habían vuelto monótonos, algo se vació en sus palabras, que no encontraban como decirse que se querían; Tomás, seguía viendo en ella todo lo que siempre había soñado; Su cara, sus ojos, esa manera de andar. Su risa, que hacia sonreír a todos los abatidos del planeta. Para él, tenía en ella todas las estaciones de un tren que tomo un día, y del que ya nunca quiso apearse. María lo citó en la cafetería “Airlia” nombre griego que siempre le gustó. Quedaron a las seis de la tarde. En otoño, la tarde se ama con la noche y no deja que el sol despierte su romance. El se puso su jersey azul y unos vaqueros. A ella siempre le gustaba que Tomas vistiera así, decía que el azul resaltaba sus ojos grandes y azules como un mar de verano. En su camino hacia la cafetería, iba pensando que sería lo que ella querría contarle; durante toda la noche anterior, su cabeza no paró de dar vueltas. Sabía, que María no se sentía muy a gusto últimamente, entre ellos se instaló algo que no supo definir, pero que los empezaba a convertir en una pareja sin más aliciente que algo de sexo de vez en cuando; Más como ejercicio, que como una entrega llevada por la pasión; El recordaba esos días, en que tan solo pasear agarrado de su mano, les hacía sentirse los seres más dichosos de la tierra, no importaba si pasaban toda una tarde sentados en una terraza, tomando un café, o un té. Eran horas en las que se miraban, se besaban y soñaban con lo hermoso que sería el día que llegaran a compartir el mismo hogar. Ella siempre imponía sus gustos en cuanto a decoración de la casa se trataba, el no discutía, todo le parecía bien, si así, María era feliz. La amaba como un loco ama a su razón, solo discutía cuando pensaban, si tendrían hijos y cuantos serían los idóneos. Se conocieron en un bar de amigos comunes, de eso hacía ya, siete años. Eran jóvenes cuando se conocieron, y seguían siendo jóvenes. En el tiempo que transcurrió desde que decidieran estar juntos, jamás hubo una palabra más alta que otra; Nunca se alzaron la voz, ni se faltó el más mínimo respeto. Toda su historia pasaba como un barco navegando sobre un rio apacible. Los padres de ambos se conocían desde el principio de su relación, más de una vez comieron en casa de uno u otro; Todo parecía ser lo más normal en su unión, muchos veranos los pasaban en la casa de la playa de los padres de María. ¡Cuantas noches bajo la luna, se amaron sobre la arena! Los amigos de ella y los de él, pronto se hicieron amigos comunes. Tomás no podía dejar de cavilar, se preguntaba que error había cometido, si quizás le dijo, o dejo de decirle algo que ella esperaba. Toda su mente era una tortura; Amarla era su principio, y quería que también fuese su final. Llego a dudar incluso de su capacidad como amante, sería quizá aquella noche en que no la miró lo suficiente, cuando estreno aquel vestido negro. No encontraba respuestas a todos sus interrogantes, de repente todo lo vivido juntos, le parecieron años llenos de errores por su parte. Su capacidad de amarla quedo en su mente, como el juego de un niño, aprendiz de los deseos escondidos; En ese lugar donde solo se llega, con la compañía de un corazón dispuesto a latir tantas veces como el amor te va llevando. Era un hombre agotado por la duda, la razón que le dominaba para encontrar un motivo para la cita, lo estaba volviendo loco. En el camino hacia la cafetería se cruzó con algún conocido, al que saludo sin demasiado empeño; Todo el otoño, pasaba de forma implacable a habitar en su alma.
Se decía- Es posible que solo quiera contarme algún nuevo plan para este fin de semana, o quizás haya olvidado alguna fecha relevante. Y esté enfadada por ello-todo eran preguntas sin ninguna respuesta; En la mano llevaba una orquídea, una flor tan bella, pero tan frágil. Así sentía Tomás su vida junto a María. La distancia hacia su encuentro se acordaba, el frio de un otoño sin demasiadas hojas caídas, no hacia mella en él, andaba con la prisa de los que están a punto de perder un transporte hacia ese lugar, que en lo más profundo de su ser, no desean coger. Entró en la calle en la que se encontraba el café, divisó el letrero, ahí lo ponía bien claro “airlia”, respiró profundamente, hizo gestos que le ayudaran a tener una apariencia más relajada, se observó de arriba abajo, todo parecía estar en su lugar y bien colocado; Miró la flor con toda la ternura de que era capaz, como queriendo trasladar su corazón al interior de su pétalo. Se plantó frente a la puerta del bar, ojeo tras los cristales, buscando a su amada, Por fin la vio, ¡estaba tan hermosa!, su pelo del color del trigo, su mirada perdida en las hojas de un libro, era toda ausencia. Abrió la puerta, entró y se dirigió hacia ella; María al verle, sonrió, él le devolvió la sonrisa; Se acercó a su cara y la besó en los labios, le devolvió el beso. Tomás creyó notar en su boca, un aire de despedida, no supo exactamente que era, pero si sabía que ese beso no era el mismo de siempre. Se sentó en la mesa frente a ella, en ese mismo momento se acercó la camarera y le preguntó que tomaría, el contestó- Un café con leche. La miró a la cara y le entregó la flor, María la cogió entre sus manos con mucha delicadeza, le agradeció el regalo dándole un beso, esta vez sí, con más afecto.  Tomás le preguntó cómo se encontraba, si había tenido un buen día, fueron palabras que solo pretendían iniciar una charla. María fue directamente al grano. Le quiso decir algo, cuando Tomás la interrumpió diciendo-Antes de que me digas nada, quiero que sepas, que llevo toda la noche de ayer y todo el día de hoy, pensando en nosotros; en todos estos años de relación. Y he llegado a la conclusión que he cometido muchos errores- María quiso decirle algo, pero no la dejó- No. No, déjame que acabe, estoy dispuesto a cargar con la culpa de mis errores. Si algunas veces me necesitaste sin decírmelo, en silencio y yo no supe verlo, perdóname; Cuando lloras, siempre creo que es por mí, si al hacer el amor te duermes sin abrazarme, creo que ya no sientes el calor de mi piel. Todo lo que te falte en tus sueños de amor, he sido yo quien no ha sabido traértelo. A veces quise gritarle al mundo que nada es más importante en mi vida que tú, pero el mundo no me dejo hablarle, está siempre tan ocupado gritando- María quiso interrumpirlo- Tomás quiero que oigas una cosa que quiero decirte-él, no la dejó hablar-¡escúchame maría, por favor te lo ruego!-Ya son siete años los que llevamos compartiendo una relación, entiendo que no puede ser siempre como la primera vez, pero para mí, no existe un solo día en que no sea el primero, cuando te veo llegar a mi encuentro, mi cuerpo vibra al saber que cogerás mi nano; Aún tiemblan mis labios al besarte, tengo miedo a que no sean esos labios que siempre soñaron con llevarte a un viaje del que nunca quieras volver. Si alguna vez me dices, que hoy no podemos vernos por algún motivo, me invaden todas las soledades del universo; No te lo he dicho nunca, pero muchas noches, cuando estoy en mi cama, se vuelve fría y ancha por qué no estás junto a mí, lloró como un niño al que le acaban de quitar su juguete preferido. Estoy deseando que el día me despierte para oír tu voz, cuando me llamas por teléfono y me citas a una hora para vernos. Mi vida es, desde que te conocí, una alegría inagotable. Quizá debería haber decidido antes de ahora, nuestra fecha para irnos a vivir juntos, como en tantas ocasiones me preguntaste ¿Cuándo? Pero eso se acabó, cuando tú me digas lo organizamos. Mañana mismo si quieres-María lo escuchaba sin decir nada, en sus ojos se fue formando una presa a punto de desbordarse: Tomás le prendió las manos sobre la mesa-siguió hablando-Hay más cosas que no te he dicho en este tiempo, pero que creo que pueden, de alguna manera resumir todo lo que estoy intentando decirte, Solo espero que en mi vida, desde el día en que te conocí, hasta ahora, seas la que encierres mi corazón en el espacio donde lo necesites para amarte. Te quiero María, pídeme todo lo demás.-Tomás callo un instante, Ella le pidió que saliesen a la calle, había comenzado a llover, María se puso su gabardina azul y un gorro de lana beige. Salieron a la calle y bajo la lluvia constante, pero tenue, le dijo a Tomás-En estos años, te he amado como nunca amé a ningún hombre, porque nunca hubo otro en mi vida; si te dicho que vinieras a verme, si he organizado esta cita, es para que sepas una cosa-a María se le humedecieron los ojos-Jamás olvides que en todos los momentos que me has contado, en que creías que no me habías demostrado tu amor, son solo fruto de tu imaginación; He sentido en lo más profundo de mi alma, que tu corazón está en el hueco de mi amor, no podría sentir mi mano sin que la tuya la tomase. Te he llamado para decirte lo mucho que te he amado y lo mucho que te sigo amando- Las gotas de lluvia mojaban sus rostros cuando se fundieron en un beso. El amor tan caprichoso quiso, casi volver loco a Tomás. Juntos se fueron paseando bajo la lluvia, que comenzaba a caer con más fuerza, solo se podía observar una silueta, era la de dos amantes que nunca perdieron la ternura de unas manos que se cogen, sin soltarse jamás.

LOS REGALOS DE NAVIDAD

Mis padres me recordaron que a las diez y media debía ir a buscar los regalos de navidad de mis dos hermanos pequeños. Para que no pudieran verlos, se dejaron guardados en un pequeño trastero, que tenían alquilado a unas tres manzanas de nuestra casa; Como yo era el mayor de los tres y esa noche mí padre tenía guardia en el ferrocarril, me tocaba a mí recogerlos y traerlos a casa sin que los dos pequeños se enteraran de la maniobra. A mis catorce años, este tipo de responsabilidades me hacía sentirme algo mayor de lo que era, y siempre aprovechaba estas situaciones para recordarles a mis hermanos que yo era el mayor.

 Después de una cena copiosa, mi madre me indico que ya era hora de ir a por los regalos, y que debía hacerlo sin que mis hermanos se percataran; Les indique que saldría unos minutos a casa de mi amigo Pascual, a saludar a sus padres por navidad y que no tardaría mucho en volver. Hacía mucho frío esa noche, así que decidí ponerme, además del abrigo y la bufanda, el gorro de lana. En la calle, el helor de la noche cortaba la cara, las luces de las calles iluminaban muy poco, o en algún caso, las bombillas estaban rotas por alguna pedrada de los niños que jugaban a comprobar quien tenía más puntería; comencé a caminar lo más deprisa que pude, no solo por el frío, estar solo en la calle, a esas horas y sin nadie, me provocaba una cierta inquietud.
 Anduve calle arriba, hasta la esquina, donde coger la avenida más ancha que me llevaría al trastero. En el momento en que doble la esquina, me pareció ver a un hombre vestido de negro y con un sombrero blanco, creí verlo entrar en una de las calles por las que debía pasar antes de llegar a mi destino. Aumente la velocidad de mis pasos, sin saber muy bien porque la presencia de aquella figura me hizo sentir miedo. Seguí caminando, y a cada dos o tres pasos giraba la cabeza, creyendo que aquel hombre estaba detrás de mí. En una de las veces que gire la cabeza, volví a ver la figura, pero esta vez en la otra acera. La visión de esa sombra era casi imperceptible, daba la sensación que aparecía y desaparecía a placer. Al caminar escuchaba unos pasos que no eran los míos, cuanto más aceleraba mi caminar más fuerte notaba esos pasos, esta vez no vi ninguna figura, ni a ningún hombre vestido de negro, solo escuchaba sus pisadas en la soledad de la noche, en esas calles, apenas sin luz y con un frío que ya comenzaba a calarme en los huesos;
Aún me faltaban dos manzanas para llegar a mi destino, y cada vez más tenía la sensación de que la distancia era enorme. Por mucho que aumentaba mi velocidad, no notaba que la distancia se acortara, Mi respiración se aceleró, y el gorro de lana comenzaba a molestarme por el calor que me provocaba. En aquel silencio creí oír a alguien que me llamaba por mi nombre, sin dejar de caminar, mire a un lado y a otro de la calle y no adivinaba a ver a nadie; Las pisadas eran cada vez más fuertes, sentía que prácticamente estaban detrás de mí, y aún me faltaba una manzana para llegar al trastero; De un portal salió un gato dando un salto y un maullido, que me hizo encogerme y dar un pequeño alarido. En ese instante, y al mismo tiempo volví a oír una voz que decía mi nombre, llamándome con un alarido salido del mismísimo abismo; No podía correr, ni sabía si debía hacerlo, metí mis manos en los bolsillos del abrigo y caminé lo más deprisa que pude, mi corazón latía a mil por hora, la noche era cada vez más oscura, el frío trajo una pequeña niebla que me impedía ver a más de dos metros de distancia; Y en ese mismo momento, cuando no veía prácticamente la calle, y el sonido de las pisadas estaban justo a mi lado, escuche la voz de un hombre que me decía-no corras, ya casi hemos llegado- comencé a correr sin mirar atrás, ni saber  si tenía a alguien cerca o no. En ese punto, ya estaba justo en la puerta de la persiana del trastero; Busque las llaves en mis bolsillos y no las encontraba por ningún lado, en uno de ellos encontré un pequeño agujero, pensé que se debían haber caído mientras corría, y con los nervios no me di cuenta de donde ocurrió. Mis manos buscaban y buscaban, sin encontrar, hasta que metidas en una pequeña doblez del bolsillo estaban las malditas llaves. Las saque lo más rápido que pude, en ese momento me faltaba el aire, y el frío casi había desaparecido. Introduje las llaves en la cerradura, mientras lo hacía volví a escuchar las pisadas, esta vez después de unas cuantas, se pararon en seco; No quise mirar detrás de mí, porque algo me decía que aquel hombre estaba justo a mis espaldas. Levanté la persiana lo más fuerte y rápido que pude, se abrió haciendo un ruido ensordecedor a esas horas de la noche, donde solo mi angustiada respiración se percibía. Al abrir la persiana, se mostro el interior del trastero, estaba completamente oscuro, no había ni un solo resquicio de luz, busque el interruptor, en el lugar que siempre estaba, mi mano recorrió la pared a oscuras, palpando, intentando notar donde se encendía la luz. Lo encontré, lo active y la luz no se encendía. La bombilla debía estar rota, decidí dejarme llevar por mi conocimiento del local, y sin luz me acerque a donde creí que estaban los paquetes, de regalos. Deje la persiana levantada, intentando que por poco que fuera alguna brizna de luz podía entrar; En ese momento mi interés por el hombre de negro, y por el sonido de una voz llamándome o hablándome paso a un segundo plano. Solo quería encontrar los regalos, cogerlos y salir corriendo de aquella situación; Al fin aparecieron los paquetes, los cogí con fuerza, me acerque a la puerta del trastero, baje la persiana, cerré con llave y me dispuse a comenzar mi vuelta a casa, cuando oí de nuevo la voz que me decía-no me dejes aquí dentro-No quise comprobar si había alguien o no dentro, comencé a correr lo más deprisa que pude, dejando atrás aquella calle, la oscuridad ya no me importaba, y el frío parecía que había desaparecido. Los paquetes de regalos pesaban un poco, pero a mí, me parecían toneladas. Ya no escuchaba las pisadas, ni veía al hombre de negro, con sombrero blanco. Y la distancia hasta mi casa era cada vez más corta, ya solo me faltaban unos pocos metros para alcanzar la puerta de mi edificio, la niebla era muy intensa, te mojaba la cara; Justo a escasos metros de mi puerta, tropecé con una de las bolsas, que era casi más grande que yo, y caí al suelo de bruces; Me levante rápidamente, y proseguí mi marcha. Ya había alcanzado mi casa, cogí las llaves para abrir la portería, las introduje en la cerradura, gire la llave, Y en ese segundo, oí de nuevo la voz que me dijo-Volveremos a vernos, feliz navidad-Entré en mi casa, deje los regalos bajo el árbol, me acerqué a mi madre a darle un abrazo, que no entendió tanta efusividad de repente. Dije- buenas noches y me embutí bajo las mantas de mi cama, hasta la hora de recibir los regalos.

UN DÍA EN EL OLIMPO

-¿Qué haces paseando por la orilla de ese mar?, le preguntó un dios a otro, mientras contemplaban a lo lejos, en algo parecido a una enorme pantalla, a humanos que iban y venían corriendo e interpretando sus vidas.
-He decidido que esta humanidad no está hecha para durar.
-¡Cómo!-dijo sorprendido el dios que solo observaba.
-¡Hasta hace bien poco te sentías muy orgulloso de tu creación!, incluso decías que les habías dado el don de la libertad, con el cual te inhibías de todos los errores que pudieran cometer;
-Sé que esa fue mi decisión, pero les di una dádiva equivocada. Jamás llegué a imaginar que en nombre de ese regalo, hiciesen tantas barbaridades, y lo disfrazaran de un bien tan preciado, que lo convirtieran en posesión de unos, para subyugar a otros.
-No entiendo qué me dices.-se sorprendió el dios desocupado.
-Es muy sencillo amigo mío. La libertad no es un fin en sí mismo, ¿de que les sirve ser libres?, si usando ese don cometen unos contra otros tantas injusticias, y el valor y significado de la palabra es tan distinta, según quien o para que la utilice.
-Ahora te comprendo, ¿pero no previste siendo un dios que eso podría suceder?
-Sí pero no quería privarme del placer de probar si aún siendo un dios tan consciente de las limitaciones humanas, estos podrían sorprenderme.
-Sigo sin saber por qué creas algo que sabes que no funcionará.
-Ahora mirando este mar tan inmenso y tan azul, he descubierto la razón de mi creación. Si los puedo lanzar a todos a las profundidades de esta agua, y ver qué grande es su sufrimiento, y que aún así siguen pidiéndome a gritos que su dios les salve, daré por buena la experiencia, pues sé que por mucho que los engañe y los castigue una y otra vez, siempre acudirán a mí, jamás entenderán que son ellos los únicos que pueden hacer que yo deje de existir.
-Eres un dios muy inteligente, si quieres te ayudo y entre los dos los empujamos al mar.
-Te agradezco la ayuda, pero quiero hacerlo solo.
Dios los lanzó a todos a lo más profundo del mar, y los humanos gritaban una y otra vez, (¡Dios ayúdanos!)  Pero nada hizo por ellos, se retiró a tomar su ambrosia y pensó que quizás otro milenio crearía una nueva humanidad.

LA RISA LOCA

Todo el día corriendo sin parar, salir de la cama a las siete, ducharse, si es verano. En invierno menos, con quitarse bien las legañas y asearse un poco las partes más intimas estaba más que apañada, desayunar un café y poco más. Elegir la ropa que ponerse ¡dios mío! Eso sí que era un problema; Pantalón, o falda, blusa o jersey, botas, zapatillas o mocasines. El bolso ¡Horror! Que combine con lo que lleva, no muy grande si es invierno, y cómodo si es verano. Sí pero tiene que caber todo lo que ha de llevar, las joyas que sean discretas pero que no pasen desapercibidas; El perfume, siendo invierno debe ser algo más intenso que el usado en verano, y para terminar un toque de maquillaje no muy definido, pero con el suficiente color para no parecer que viene de una fiesta “de los no vivos”. Antes de salir a la calle, repasar todos los asuntos que debe arreglar y las compras, ¿si las hubiere? Un último vistazo a toda la casa antes de marchar, repasar su atuendo, sin dejar de darse un retoque; Una vez en la calle correr hacia el autobús que pasa en menos de cinco minutos, en el trayecto leer el último libro publicado, siempre hay que tener una conversación en el bolsillo de tipo intelectual por si es necesario.  Nunca se fija en las demás personas que comparten su misma dirección, solo si algo rompe la monotonía de su trayecto se interesa por el asunto, de lo contrario hasta llegar a su trabajo es pura autómata, pareciese no tener  voluntad propia.
Pero un día, de repente, mirando a través del cristal del autobús, descubre que por la calle pasea una mujer muy parecida a ella. No atina a averiguar si los rasgos de su cara son mucho o poco parecidos a los suyos, pero algo en su interior le dice que son iguales, gira su cuello lo máximo que puede para no perderla de vista, y en el intento se golpea con la cabeza en el cristal; Observando cómo algunos de los pasajeros del autobús disimulan su risa apretando los dientes, procurando que ella no se dé cuenta, algunos incluso desvían la mirada hacia el suelo, evitando cruzar sus ojos con los de ella. Sin saber exactamente porque, nuestra pasajera comienza a reír de menor a mayor intensidad, contagiando al resto del pasaje que ahora sí, ríe a mandíbula abierta; Una señora que está sentada a su lado le comenta-¿como algo tan simple como un topetazo puede causar tanta risa?-
Ella sabe que lo que acaba de ocurrir no es solo un golpe absurdo, si no la constatación de que por muchos planes y arreglos que hagas, siempre existen variables que nos pueden modificar la vida. Entonces empezó a reírse de sí misma con tanta fuerza que paso a tener eso que llamamos “la risa loca” que sabes cuándo empieza, pero no como acaba; Comprendió que no era ella misma, si no una pieza más en todo el rompecabezas que cada día vivía. Y que aquella sombra parecida a ella, en realidad sí lo era; desde hacía mucho dejo de ser, para simplemente estar.

COMO DEFINIRTE

Por si alguien quiso saber alguna vez  que palabras usar para decir te amo, sin que sonara igual que si recitaras la lista de la compra; Silvia decidió organizar unos cursillos de “declaraciones de amor, para personas tímidas, y sin recursos lingüísticos”; Su metodología de trabajo no estaba basada en ninguna experiencia personal, era lo que durante mucho tiempo había recabado en la lectura de todos los libros de amor que pudo leer. Sin tener más vivencia que una pasión de juventud, que huyó cuando el padre de ella quiso convertirlo en yerno,  a la vez que  comerciante de relojes, no siendo esta la profesión que para si deseaba, si no que quería ser astrónomo. Pero para el padre, eso era algo parecido a ser un soñador, sin futuro que darle a su hija. Ante el dilema de escoger entre un primer amor, o una vida mirando a las estrellas, optó por esto último. Y desapareció una tarde de verano. Solo le dejo una carta en la que le decía lo mucho que la amaba, pero lo poco que le gustaban los relojes. Desde ese día ella se refugió en la lectura, ahí encontró todo lo que hubiese querido oír, decir y sentir, ellos se convirtieron en el amante fiel, que jamás le darían un disgusto, ni le harían una mueca extraña o cansada de desamor. Vivió siempre bajo el amparo de su padre viudo.  Al morir este, le dejo todas sus posesiones, entre ellas una tienda de regalos, una casa llena de recuerdos, una pequeña fortuna, con la que pudo subsistir el resto de su vida, y una pena en el alma por no darle un yerno y  los nietos que tanto deseaba.
Ahora con cincuenta años y convertida a ojos de los demás en una solterona, decidió ayudar a los que pudieran tener dificultades en el arte del “enamoramiento”. En un pequeño local metido entre calles estrechas, con unas pocas sillas, una pizarra, y libros llenos de las historias más apasionadas de enamorados, con jarrones llenos de flores rojas; En la puerta un cartel no muy grande que decía (“Se escriben cartas de amor”) empezó ayudando a alguna  vecina  que venía en busca de ayuda para sus hijas, todas ellas víctimas de algún amor desdeñado, y deseosas de conocer las recetas idóneas para seguir soñando con la ilusión del retorno de sus enamorados. En casi todos los “casos”, que es como a ella le gustaba llamarlo, ponía un pedacito de su alma, creyendo que así haría desaparecer el desconsuelo que llevaba a cuestas desde hacía veinticinco años;
Siendo pocos los clientes que visitaban su establecimiento, optó también por vender todo tipo de productos que a su entender contribuirían a establecer unas mejores y más profundas relaciones entre los amantes, así como: perfumes, pequeñas joyas de bisutería, pañuelos, y un surtido de mercancías traídas de las capitales más románticas que sus adorados libros le habían dejado visitar sin moverse de su salón.
Así fueron pasando los años a veces con más aciertos y éxitos, otros los más, con profundas desilusiones y zozobras. Hasta que un día de otoño cuando las hojas comenzaban a caer, apareció frente a su tienda una mujer que le ayudaría mucho a entender que el amor, no era como ella creía, que todo el  bagaje aprendido en las letras y en las vidas de los demás, no era sino un espejismo del que debía despertar.
Estaba a punto de ir a comer cuando entró una joven de aspecto delicado, grandes ojos negros, vestida con un abrigo marrón que le cubría desde el cuello hasta los tobillos, se dirigió hacia el mostrador y preguntó si aún estaba a tiempo antes de que cerrase para ir a almorzar, de escribir o ayudarle a hacerlo, unas palabras para su amado que desde hacía días no tenía noticias de él, pensaba que después de una acalorada discusión, Decidió mortificarla con una cierta indiferencia;
Silvia se sintió presa de un deseo voraz por conocer todos los detalles que escondía aquella muchacha, la invitó a sentarse, ofreciéndole un poco de café o té o cualquier otra bebida que la hiciera entrar en calor, para lograr que se sintiese a gusto y tranquila, que le contara sin dejar ni un solo pormenor, qué le atormentaba.
Le ayudó a quitarse el abrigo,  dispuso una silla con un cojín azul para que se sintiera lo más cómoda posible, le puso entre las manos una taza de té, creyó siempre que esta bebida era la idónea para las historias que tenían que ver con los asuntos del corazón, o el alma;
Desde la huida de su amado todo giraba en torno a lo que pudo haber sido y no fue, no existía un solo instante del día en  que cualquier situación, por prosaica que fuese, ella no se colocara como protagonista. Desde ir a la compra y soñar que la hacía junto a él, que juntos escogían las frutas que comerían, que se darían mimosamente en la boca, hasta compartir mentalmente unas largas charlas con todo tipo de cuchicheos sobre las vecinas más estiradas del vecindario.
Silvia le preguntó con toda la dulzura que era capaz, pero yendo directamente al asunto.
-¿Que la trae por mi consulta?-Estaba cada vez más claro su convencimiento de que era como un gurú del amor, ello le daba licencia para creer que era docta en esos asuntos; La joven le contó:
-¡Vera usted!, desde hace unos días mi prometido no da señales de vida, sé por mi amiga Inés, que es vecina suya, que está bien de salud, que no ha emprendido ningún viaje que le aleje de mi, y si así hubiera sido me lo habría dicho. Tuvimos una discusión un tanto acalorada, pero no tan grave o al menos eso creo yo, como para estar días sin querer hablar conmigo.
Preguntó.- ¿Quiere contarme que ocurrió para que discutiesen?;
Antes de iniciar su relato se atusó el pelo, carraspeó y tomo un trago  de su taza de té, sus ojos miraban a ninguna parte y en sus labios se percibía el color del llanto continuo y sin consuelo. Comenzó.
-Andrés, que así es como se llama, vino a darme la noticia de que había encontrado un trabajo muy bueno, y muy bien remunerado pero solo tenía un inconveniente, debíamos trasladarnos a vivir a otra ciudad en cuanto contrajéramos matrimonio. Cosa que aún estaba por determinar la fecha. Yo no estaba dispuesta a casarme corriendo y deprisa con todas las cosas que debía preparar, a todos los conocidos y amigos  que tenía en mente invitar a la boda, ni siquiera me había probado ningún vestido para la ceremonia. ¡Imagínese una novia sin vestido blanco!, sin damas de honor, sin niñas que lleven flores al altar, sin un sacerdote que diga un sermón lleno de palabras de amor del uno hacía el otro, con la bendición de dios, ¡Dios mío! Me sonó espantoso, y todo debido a que  al igual que su padre había encontrado trabajo en una sociedad de origen alemán, con sede en Granada, y allí debíamos irnos a vivir, teniendo yo toda mi familia, mis amigos,  diría que casi mi vida en esta ciudad. Al negarme a realizar las cosas tan deprisa y no querer cambiar de ciudad, se enfadó me reprochó que no lo quisiera lo suficiente; Estará usted conmigo que es más importante todo lo que yo le he contado que irse a vivir a  Granada a trabajar mirando las estrellas como hace su padre, que es astrónomo.
A Silvia se le paró el corazón, por su mente pasaron todas las imágenes de su vida junto a su amante, quedó como petrificada sin saber qué primera palabra utilizar para romper aquella situación, su vocabulario se volvió el mismo que un párvulo, balbuceó letras inconexas que no se encontraban entre sí para formar alguna frase con sentido; Al final pudo decir.
¿Usted lo ama?
-Por supuesto. Contestó ella. Con toda mi alma.
Entonces le voy a decir, o mejor le contaré lo que creo que debería hacer sin perder ni un segundo de tiempo.
Cuando salga de aquí vaya lo más rápidamente que pueda y le den sus fuerzas, a buscar a su amado. Y  dígale lo mucho que lo quiere; Que vale más un instante a su lado mirando las estrellas, con el corazón como aliado, que todas las ceremonias del mundo, y no deje pasar al dios del amor sin que derrame toda su gracia sobre los dos. Agarre con todas sus energías la mano de su corazón, y no la suelte hasta que juntos cuenten todas las estrellas del firmamento. Hay caminos que solo se abren una vez en la vida, transítelo y verá como es mejor llegar cansada, o detenerse a mitad  que no empezarlo nunca.
Váyase y deje que su corazón la guie.
Ella se la quedo mirando un instante, la beso en la mejilla y se despidió.
Silvia no se movió de su asiento durante unos minutos, y comenzó a llorar. Porque sabía que en aquella muchacha iba todo lo que era capaz de amar.