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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

lunes, 18 de julio de 2011

LA FELICIDAD


Que mejor paseo por la vida que disfrutar de las pequeñas cosas que nos llenan de felicidad

Sentir ese sabor tan vivo en la parte de mi boca que está hecha para llenarse de alegrías

Compartir un deseo con el color rojo de la pasión

Dejar que en mi vida mande solo mi corazón
Amarte es mi razón

CUENTO PARA SARA

La tormenta no dejaba que los caballos pudieran cruzar el puente que llevaba a la casita que había entre aquellos arboles, llenos de hojas de color rojo.

La casa era azul, y en sus ventanas colgaban enormes macetas llenas de flores amarillas, y en cada una de ellas se veían unas cortinas blancas;

Era un día muy especial,  por eso los caballos corrían tanto intentando no llegar tarde a la fiesta que se celebrara en casa de las tres hermanas princesas. Eran tan hermosas que todos los príncipes y damas  del mundo las querían conocer. Aprovecharon que una de ellas, la hermana segunda llamada” la bella Sara” celebraba su fiesta para llevarle muchos y muy bonitos regalos; En la casa también vivía la madre de las tres niñas la reina “Tina y el padre al que llamaban “el Vicentino” era un rey grande y fuerte que quería a sus tres princesas por encima de todas las cosas.

La casa que como os dije antes era toda de color azul, tenía una particularidad, sus paredes y su techo eran de cristal, y desde fuera se veía todo lo que ocurría dentro; En un día tan especial como ese, algún desconocido había robado el lindo vestido blanco que debía ponerse Sara para su fiesta.

Y todos en la ciudad buscaban desesperadamente al ladrón que se lo había llevado, pues faltaban pocas horas para el comienzo de la celebración y aún no sabían que malvado habría entrado en la casa por la noche mientras todos dormían, y se llevo por alguna de las ventanas que daban al jardín frente a un pequeño campanario, ese hermoso y blanco vestido de la princesa Sara.

Sus dos hermanas Miriam la grande y Marta la pequeña, abrazaban y le daban besos a Sara para que no se preocupase, pues sabían que pronto encontrarían su ropa.

El padre de las niñas el rey “Vicentino” decidió coger su caballo marrón y brillante y salir a la búsqueda del malvado, sabía que no andaría muy lejos, pues la tormenta no le habría permitido ir muy deprisa, debía estar cerca de los bosques donde se esconden los duendes, y las hadas buenas, seguro que todas esas maravillosas criaturas le ayudarían a detener al ladrón y poder llevar el vestido a su hija.

Desde las ventanas de la casa, las tres hermanas se asomaban esperando ver el regreso de su padre con el vestido; Todos los vecinos las veían, pues como ya os dije la casa era toda de cristal, algunos les llevaban flores de colores para que no estuvieran tristes, más de uno le regaló  canciones y caramelos para que su pena fuese algo más dulce. Mientras tanto el rey cabalgaba deprisa, preguntando a todas las criaturas del bosque si habían visto a algún hombre huir con alguna prenda de ropa entre las manos; Mirando de un lado a otro, algo llamo su atención en lo alto de un árbol, no distinguía muy bien que era aquello que brillaba sobre las ramas,  se acerco todo lo que pudo, para comprobar que era una pequeña y  presumida hada, vestida con el traje de la princesa Sara. El hada era toda brillante con unas alas pequeñitas que cuando las movía dejaba caer purpurina y trocitos de estrellas de colores.

El rey la miro fijamente a los ojos, descubriendo que eran de un color verde intenso, tan profundo que si te fijabas bien podías ver el mar, con sus olas y sus peces nadando. Dijo el rey:- Hermosa hada, ese vestido es de mi hija la princesa Sara, y has de devolvérmelo antes de que empiece su fiesta, ella está triste y toda la ciudad espera con aflicción que le traiga su traje blanco. Ella lo miro con una cierta sorpresa, sin saber por qué se lo pedía, aquel vestido desde que el hada se lo puso, su color era más blanco y más brillante, y en la cintura llevaba un pedacito de tela de color azul, que había bajado del cielo; -Amigo rey, dijo el hada-yo no he robado este vestido, solo lo he cogido prestado un día para llenarlo de todos colores que pueda llevar, para que sea el más precioso que jamás llevo una princesa tan bonita como tu hija Sara. Me fui a las montañas donde hay nieve y cogí un puñado de ella, ¡la más blanca!, después volé hasta lo más profundo del universo para que todas las estrellas me prestasen trocitos brillantes que coloqué sobre el vestido, y al final aparte unas nubes que cubrían el trozo de cielo más azul, y conseguí hacerle este cinturón. Cuando ya iba de vuelta a tu casa a llevar el vestido, un duende me detuvo y dijo:-¡¿Dónde vas hada?! Te falta el último detalle, abrió una cajita de color rojo y dentro estaban estos zapatos que son mágicos, cuando Sara se los ponga para su fiesta, no podrá dejar de sonreír y ser la niña más feliz en el día de su fiesta.