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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

viernes, 18 de febrero de 2011

DONDE TE ESCONDES

Donde estas que no te encuentro
Donde ríes que no te oigo
 Si no oyes mi lamento, mírame
Te estoy buscando sin saber
Escúchame te habla mi sentimiento
Soy la agonía de un loco que perdió su querer
Tengo de ti todos los sueños que nunca veré
Te escondes donde solo un amor como el mío te encontrará
Busco en ese lugar que anida la esperanza de ser ola en tu mar
Tengo de nosotros las más bellas historias de amor
Solo tu mano es mi guía, sin ti pierdo la vida
Ayúdame a no caminar sin una senda
Te Bajare de una nube mi más dulce ofrenda
¡Donde te escondes! Que miedo te aparta de mí
Dame una señal, no me hagas sufrir
Soy un abrazo al llegar, y un beso al despedir
No se buscarte sin mirar mi corazón
Estás ahí desde el día en que te vi
Te encontraré donde vives agarrada a la pasión
Por siempre te amaré, eres quien para vivir, me da la ilusión.

POEMA PARA LINA

Ahí pasea sobre el hilo de una sinfonía
Ahí ríe, como el sonido de una orquesta afinada
Se esconde de la pena que le trae la afonía
Despierta con la mirada despeinada
Su luz es el reflejo del sol en su pelo rojo
No conoce el olvido de su corazón
Vive para cantarle a los sonidos del amor
De sus manos salen las caricias que regala a su nieto
En sus comienzos están todos los finales
A su lado, no vive ningún ser inquieto
En el recuerdo de su alma, están grabadas todas las canciones
Con los años, su voz te regala briznas de aire para respirar
¡Como me gusta poder contigo cantar!
Este poema es la partitura de mi regalo
Que por siempre será la voz que camine a tu lado.

NO PUEDO NEGAR QUE ME QUIERES

En las canciones que oigo, están las caricias que me invento para sentirte cerca.
 En las palabras sin acento me deslizo para sorprenderte y robarte un beso;  En mis manos no hay surcos, solo piel tersa para no dañarte cuando entrelaces las tuyas con mis dedos.
 En mi mirada no existe la melancolía, tengo los ojos llenos de luz para que nunca sientas la oscuridad. Sabrás que soy yo, cuando tu piel se desnude sin rubor.
Ahora ya no puedo negar que me quieres, sabes que no tengo miedo a decirte que mi vida somos los dos.
Sufro más en la realidad de no tenerte, que en la imaginación de soñarte, todo será más un espacio contigo, que un desierto sin ti, he sentido mi querer llamándote a gritos,
este amor vivirá, aunque la vida deje de existir.
No escondas tu corazón, tengo un mapa del lugar donde lo guardas ¡Como he de esperarte si nunca te has ido de mí! Aunque camine sin dirección, todo me lleva a tu sombra. Soy lo que esperas en tu quietud, cada tarde.
No puedo negar que me quieres, me lo dice el corazón que vive sin mi permiso.
Quisiera no perderme en las palabras que no llegan a ti, quisiera tener la voz de un regalo.
Cuantos charcos han pisado mis sentimientos, ahora nado en un lago de esperanza
Mi voz suena sin un aire que la lleve a tus oídos.
Sin saberlo, somos lo que busca un poeta en sus noches de insomnio. Solo amor.

SIN LO QUE NOS QUEDA

Cada día voy contando lo que me queda para verte
Cada noche voy soñando lo que me queda para desnudarte
Las horas son eternas sin ver tu boca
Te espero sin prisa, con mi alma como loca
En los vacios que son mi vida sin ti
Los lleno de caricias del deseo que contigo compartí
En mi puerta no hay cerradura
Se abre siempre con tu ternura
¡Quiéreme como sabes!
¡Quiéreme con locura!
¡Dame tus besos tan suaves!
Sin lo que nos queda construiremos nuestra casa
En cada piedra escribiré tu nombre
La tristeza siempre será escasa
No pidas que a tu ausencia me acostumbre
Llorare con la luna, y reiré con el sol
Solo te estoy hablando de amor
Sin lo que nos queda viviremos en un mundo que no está aquí
Que tan solo existe en mi pasión por ti
En el espacio de tu inmensa presencia, a mi pena combatí
Donde imagines mi abrazo, estarán mis manos
Con el brillo de tus ojos iluminaremos la oscura pena
No me esperes más, ya estoy en tus venas.
En mi puerta no hay cerradura
Se abre siempre con tu ternura
¡Quiéreme como sabes!
¡Quiéreme con locura!
¡Dame tus besos tan suaves!

LA ESPERA

Quedo a las ocho de la mañana en el hospital con su amigo Raúl. Era el primer día en el que debían hacerle todas las pruebas, para conocer con todo detalle cual era la enfermedad que le estaba haciendo tanto daño. Para ese día escogió como vestimenta, una camiseta azul con un pequeño castillo estampado en ella y un pantalón vaquero desteñido; Su pelo corto, casi rapado, le confería una imagen más delgada de lo que en realidad era. Sentado junto a Raúl, no paraba de mover las manos, cruzaba constantemente una pierna sobre otro, para cambiarla después. Su mirada se perdía en todos los carteles colgados en la sala, que indicaban unos como cuidarse la enfermedad, otros como no sentirse desplazado o solo. Las demás personas que esperaban en la sala, compartían la ansiedad y el miedo que aquella visita producía. Era un desfile de miradas ausentes, donde ninguno se atrevía a fijar sus ojos en otro, no fuera a ser que alguna señal o mueca delatara que ya estaba invadido por la enfermedad que había convertido a los que la tenían, en seres culpables de un crimen contra la vida. De vez en cuando cruzaba alguna palabra con su amigo, palabras que solo contenían trocitos de espacio para rellenar la larga espera; Después de una interminable hora de asfixia, una enfermera dijo su nombre en voz alta buscando entre todos a alguno que respondiese. Se levantó de su asiento de plástico gris y con la máxima velocidad que le permitía su agobio se acercó a la joven; Ella le hizo pasar a una sala donde le esperaba una doctora con bata blanca, gafas con montura plateada y una expresión en la cara difícil de descifrar. Le pidió que se sentase frente a ella, lo miro a los ojos y directamente le dijo:-Está usted infectado-.
En ese momento se imagino que todo su cuerpo se descomponía en trozos de carne podrida, toda su vida paso por su mente, sintiendo que solo le quedaba aprender a decir adiós, porque en ese instante dejaba de respirar. El castillo que llevaba pintado en la camiseta se derrumbó, sus ojos cambiaron de color y su voz enmudeció; Nada pudo responder ni preguntar, solo lloró sin consuelo. Pasados los años vive en el mundo de los que saben cómo avanzar sin mirar atrás, porque la vida no da más esperanza que la que seas capaz de construir.

DONDE GUARDES LA PENA

Cuando sientas que la pena te viene a visitar
Di mi nombre y dejaras de llorar
Si al pedir amor recibes silencio, No temas
Estoy amándote donde guardas las penas
En tu soledad estaré para darte mi amor
En el vacío que da la noche Abrazaras mi alma
Y si alguna lagrima por tu rostro camina
Déjame que sea yo quien la recoja, ¡mi vida!
No dejes de soñar que tu corazón vibra
No tengas miedo si tu querer se quiebra
Yo amare por los dos, esa será mi obra.
Cuando sientas que la pena te viene a visitar
Di mi nombre y dejaras de llorar
Si en tus besos no hay aire, seré oxigeno para tu boca
Donde guardes la pena, estaré contigo como una roca.
Ya no hay llanto en tu mirada
Solo veo sonrisa ¡ay mi amada!
En las heridas que forjaron tu dolor
Construiré nuestro paraíso de amor
Ya no quedan cicatrices del olvido
Solo mis caricias, de amante atrevido
¡Deja ya de buscarte en las penas!
¡No ves como te estoy amando mi dueña!
Cuando sientas que la pena te viene a visitar
Di mi nombre y dejaras de llorar
Si al pedir amor recibes silencio, No temas
Estoy amándote donde guardas las penas



LA CITA

Acudía a su encuentro en una tarde de otoño, donde pasear por las calles era abrigar, no solo al cuerpo si no también al corazón. Había pasado todo el día anterior pensando, que le diría a ella, que no le hiciese creer algo distinto a lo que sentía por su amor. En su deseo de que nada saliera mal, compró una flor. Al principio dudó, entre todas las flores posibles que le gustaban. Al fin se decidió por una orquídea. Desde unas semanas atrás sus encuentros se habían vuelto monótonos, algo se vació en sus palabras, que no encontraban como decirse que se querían; Tomás, seguía viendo en ella todo lo que siempre había soñado; Su cara, sus ojos, esa manera de andar. Su risa, que hacia sonreír a todos los abatidos del planeta. Para él, tenía en ella todas las estaciones de un tren que tomo un día, y del que ya nunca quiso apearse. María lo citó en la cafetería “Airlia” nombre griego que siempre le gustó. Quedaron a las seis de la tarde. En otoño, la tarde se ama con la noche y no deja que el sol despierte su romance. El se puso su jersey azul y unos vaqueros. A ella siempre le gustaba que Tomas vistiera así, decía que el azul resaltaba sus ojos grandes y azules como un mar de verano. En su camino hacia la cafetería, iba pensando que sería lo que ella querría contarle; durante toda la noche anterior, su cabeza no paró de dar vueltas. Sabía, que María no se sentía muy a gusto últimamente, entre ellos se instaló algo que no supo definir, pero que los empezaba a convertir en una pareja sin más aliciente que algo de sexo de vez en cuando; Más como ejercicio, que como una entrega llevada por la pasión; El recordaba esos días, en que tan solo pasear agarrado de su mano, les hacía sentirse los seres más dichosos de la tierra, no importaba si pasaban toda una tarde sentados en una terraza, tomando un café, o un té. Eran horas en las que se miraban, se besaban y soñaban con lo hermoso que sería el día que llegaran a compartir el mismo hogar. Ella siempre imponía sus gustos en cuanto a decoración de la casa se trataba, el no discutía, todo le parecía bien, si así, María era feliz. La amaba como un loco ama a su razón, solo discutía cuando pensaban, si tendrían hijos y cuantos serían los idóneos. Se conocieron en un bar de amigos comunes, de eso hacía ya, siete años. Eran jóvenes cuando se conocieron, y seguían siendo jóvenes. En el tiempo que transcurrió desde que decidieran estar juntos, jamás hubo una palabra más alta que otra; Nunca se alzaron la voz, ni se faltó el más mínimo respeto. Toda su historia pasaba como un barco navegando sobre un rio apacible. Los padres de ambos se conocían desde el principio de su relación, más de una vez comieron en casa de uno u otro; Todo parecía ser lo más normal en su unión, muchos veranos los pasaban en la casa de la playa de los padres de María. ¡Cuantas noches bajo la luna, se amaron sobre la arena! Los amigos de ella y los de él, pronto se hicieron amigos comunes. Tomás no podía dejar de cavilar, se preguntaba que error había cometido, si quizás le dijo, o dejo de decirle algo que ella esperaba. Toda su mente era una tortura; Amarla era su principio, y quería que también fuese su final. Llego a dudar incluso de su capacidad como amante, sería quizá aquella noche en que no la miró lo suficiente, cuando estreno aquel vestido negro. No encontraba respuestas a todos sus interrogantes, de repente todo lo vivido juntos, le parecieron años llenos de errores por su parte. Su capacidad de amarla quedo en su mente, como el juego de un niño, aprendiz de los deseos escondidos; En ese lugar donde solo se llega, con la compañía de un corazón dispuesto a latir tantas veces como el amor te va llevando. Era un hombre agotado por la duda, la razón que le dominaba para encontrar un motivo para la cita, lo estaba volviendo loco. En el camino hacia la cafetería se cruzó con algún conocido, al que saludo sin demasiado empeño; Todo el otoño, pasaba de forma implacable a habitar en su alma.
Se decía- Es posible que solo quiera contarme algún nuevo plan para este fin de semana, o quizás haya olvidado alguna fecha relevante. Y esté enfadada por ello-todo eran preguntas sin ninguna respuesta; En la mano llevaba una orquídea, una flor tan bella, pero tan frágil. Así sentía Tomás su vida junto a María. La distancia hacia su encuentro se acordaba, el frio de un otoño sin demasiadas hojas caídas, no hacia mella en él, andaba con la prisa de los que están a punto de perder un transporte hacia ese lugar, que en lo más profundo de su ser, no desean coger. Entró en la calle en la que se encontraba el café, divisó el letrero, ahí lo ponía bien claro “airlia”, respiró profundamente, hizo gestos que le ayudaran a tener una apariencia más relajada, se observó de arriba abajo, todo parecía estar en su lugar y bien colocado; Miró la flor con toda la ternura de que era capaz, como queriendo trasladar su corazón al interior de su pétalo. Se plantó frente a la puerta del bar, ojeo tras los cristales, buscando a su amada, Por fin la vio, ¡estaba tan hermosa!, su pelo del color del trigo, su mirada perdida en las hojas de un libro, era toda ausencia. Abrió la puerta, entró y se dirigió hacia ella; María al verle, sonrió, él le devolvió la sonrisa; Se acercó a su cara y la besó en los labios, le devolvió el beso. Tomás creyó notar en su boca, un aire de despedida, no supo exactamente que era, pero si sabía que ese beso no era el mismo de siempre. Se sentó en la mesa frente a ella, en ese mismo momento se acercó la camarera y le preguntó que tomaría, el contestó- Un café con leche. La miró a la cara y le entregó la flor, María la cogió entre sus manos con mucha delicadeza, le agradeció el regalo dándole un beso, esta vez sí, con más afecto.  Tomás le preguntó cómo se encontraba, si había tenido un buen día, fueron palabras que solo pretendían iniciar una charla. María fue directamente al grano. Le quiso decir algo, cuando Tomás la interrumpió diciendo-Antes de que me digas nada, quiero que sepas, que llevo toda la noche de ayer y todo el día de hoy, pensando en nosotros; en todos estos años de relación. Y he llegado a la conclusión que he cometido muchos errores- María quiso decirle algo, pero no la dejó- No. No, déjame que acabe, estoy dispuesto a cargar con la culpa de mis errores. Si algunas veces me necesitaste sin decírmelo, en silencio y yo no supe verlo, perdóname; Cuando lloras, siempre creo que es por mí, si al hacer el amor te duermes sin abrazarme, creo que ya no sientes el calor de mi piel. Todo lo que te falte en tus sueños de amor, he sido yo quien no ha sabido traértelo. A veces quise gritarle al mundo que nada es más importante en mi vida que tú, pero el mundo no me dejo hablarle, está siempre tan ocupado gritando- María quiso interrumpirlo- Tomás quiero que oigas una cosa que quiero decirte-él, no la dejó hablar-¡escúchame maría, por favor te lo ruego!-Ya son siete años los que llevamos compartiendo una relación, entiendo que no puede ser siempre como la primera vez, pero para mí, no existe un solo día en que no sea el primero, cuando te veo llegar a mi encuentro, mi cuerpo vibra al saber que cogerás mi nano; Aún tiemblan mis labios al besarte, tengo miedo a que no sean esos labios que siempre soñaron con llevarte a un viaje del que nunca quieras volver. Si alguna vez me dices, que hoy no podemos vernos por algún motivo, me invaden todas las soledades del universo; No te lo he dicho nunca, pero muchas noches, cuando estoy en mi cama, se vuelve fría y ancha por qué no estás junto a mí, lloró como un niño al que le acaban de quitar su juguete preferido. Estoy deseando que el día me despierte para oír tu voz, cuando me llamas por teléfono y me citas a una hora para vernos. Mi vida es, desde que te conocí, una alegría inagotable. Quizá debería haber decidido antes de ahora, nuestra fecha para irnos a vivir juntos, como en tantas ocasiones me preguntaste ¿Cuándo? Pero eso se acabó, cuando tú me digas lo organizamos. Mañana mismo si quieres-María lo escuchaba sin decir nada, en sus ojos se fue formando una presa a punto de desbordarse: Tomás le prendió las manos sobre la mesa-siguió hablando-Hay más cosas que no te he dicho en este tiempo, pero que creo que pueden, de alguna manera resumir todo lo que estoy intentando decirte, Solo espero que en mi vida, desde el día en que te conocí, hasta ahora, seas la que encierres mi corazón en el espacio donde lo necesites para amarte. Te quiero María, pídeme todo lo demás.-Tomás callo un instante, Ella le pidió que saliesen a la calle, había comenzado a llover, María se puso su gabardina azul y un gorro de lana beige. Salieron a la calle y bajo la lluvia constante, pero tenue, le dijo a Tomás-En estos años, te he amado como nunca amé a ningún hombre, porque nunca hubo otro en mi vida; si te dicho que vinieras a verme, si he organizado esta cita, es para que sepas una cosa-a María se le humedecieron los ojos-Jamás olvides que en todos los momentos que me has contado, en que creías que no me habías demostrado tu amor, son solo fruto de tu imaginación; He sentido en lo más profundo de mi alma, que tu corazón está en el hueco de mi amor, no podría sentir mi mano sin que la tuya la tomase. Te he llamado para decirte lo mucho que te he amado y lo mucho que te sigo amando- Las gotas de lluvia mojaban sus rostros cuando se fundieron en un beso. El amor tan caprichoso quiso, casi volver loco a Tomás. Juntos se fueron paseando bajo la lluvia, que comenzaba a caer con más fuerza, solo se podía observar una silueta, era la de dos amantes que nunca perdieron la ternura de unas manos que se cogen, sin soltarse jamás.

LOS REGALOS DE NAVIDAD

Mis padres me recordaron que a las diez y media debía ir a buscar los regalos de navidad de mis dos hermanos pequeños. Para que no pudieran verlos, se dejaron guardados en un pequeño trastero, que tenían alquilado a unas tres manzanas de nuestra casa; Como yo era el mayor de los tres y esa noche mí padre tenía guardia en el ferrocarril, me tocaba a mí recogerlos y traerlos a casa sin que los dos pequeños se enteraran de la maniobra. A mis catorce años, este tipo de responsabilidades me hacía sentirme algo mayor de lo que era, y siempre aprovechaba estas situaciones para recordarles a mis hermanos que yo era el mayor.

 Después de una cena copiosa, mi madre me indico que ya era hora de ir a por los regalos, y que debía hacerlo sin que mis hermanos se percataran; Les indique que saldría unos minutos a casa de mi amigo Pascual, a saludar a sus padres por navidad y que no tardaría mucho en volver. Hacía mucho frío esa noche, así que decidí ponerme, además del abrigo y la bufanda, el gorro de lana. En la calle, el helor de la noche cortaba la cara, las luces de las calles iluminaban muy poco, o en algún caso, las bombillas estaban rotas por alguna pedrada de los niños que jugaban a comprobar quien tenía más puntería; comencé a caminar lo más deprisa que pude, no solo por el frío, estar solo en la calle, a esas horas y sin nadie, me provocaba una cierta inquietud.
 Anduve calle arriba, hasta la esquina, donde coger la avenida más ancha que me llevaría al trastero. En el momento en que doble la esquina, me pareció ver a un hombre vestido de negro y con un sombrero blanco, creí verlo entrar en una de las calles por las que debía pasar antes de llegar a mi destino. Aumente la velocidad de mis pasos, sin saber muy bien porque la presencia de aquella figura me hizo sentir miedo. Seguí caminando, y a cada dos o tres pasos giraba la cabeza, creyendo que aquel hombre estaba detrás de mí. En una de las veces que gire la cabeza, volví a ver la figura, pero esta vez en la otra acera. La visión de esa sombra era casi imperceptible, daba la sensación que aparecía y desaparecía a placer. Al caminar escuchaba unos pasos que no eran los míos, cuanto más aceleraba mi caminar más fuerte notaba esos pasos, esta vez no vi ninguna figura, ni a ningún hombre vestido de negro, solo escuchaba sus pisadas en la soledad de la noche, en esas calles, apenas sin luz y con un frío que ya comenzaba a calarme en los huesos;
Aún me faltaban dos manzanas para llegar a mi destino, y cada vez más tenía la sensación de que la distancia era enorme. Por mucho que aumentaba mi velocidad, no notaba que la distancia se acortara, Mi respiración se aceleró, y el gorro de lana comenzaba a molestarme por el calor que me provocaba. En aquel silencio creí oír a alguien que me llamaba por mi nombre, sin dejar de caminar, mire a un lado y a otro de la calle y no adivinaba a ver a nadie; Las pisadas eran cada vez más fuertes, sentía que prácticamente estaban detrás de mí, y aún me faltaba una manzana para llegar al trastero; De un portal salió un gato dando un salto y un maullido, que me hizo encogerme y dar un pequeño alarido. En ese instante, y al mismo tiempo volví a oír una voz que decía mi nombre, llamándome con un alarido salido del mismísimo abismo; No podía correr, ni sabía si debía hacerlo, metí mis manos en los bolsillos del abrigo y caminé lo más deprisa que pude, mi corazón latía a mil por hora, la noche era cada vez más oscura, el frío trajo una pequeña niebla que me impedía ver a más de dos metros de distancia; Y en ese mismo momento, cuando no veía prácticamente la calle, y el sonido de las pisadas estaban justo a mi lado, escuche la voz de un hombre que me decía-no corras, ya casi hemos llegado- comencé a correr sin mirar atrás, ni saber  si tenía a alguien cerca o no. En ese punto, ya estaba justo en la puerta de la persiana del trastero; Busque las llaves en mis bolsillos y no las encontraba por ningún lado, en uno de ellos encontré un pequeño agujero, pensé que se debían haber caído mientras corría, y con los nervios no me di cuenta de donde ocurrió. Mis manos buscaban y buscaban, sin encontrar, hasta que metidas en una pequeña doblez del bolsillo estaban las malditas llaves. Las saque lo más rápido que pude, en ese momento me faltaba el aire, y el frío casi había desaparecido. Introduje las llaves en la cerradura, mientras lo hacía volví a escuchar las pisadas, esta vez después de unas cuantas, se pararon en seco; No quise mirar detrás de mí, porque algo me decía que aquel hombre estaba justo a mis espaldas. Levanté la persiana lo más fuerte y rápido que pude, se abrió haciendo un ruido ensordecedor a esas horas de la noche, donde solo mi angustiada respiración se percibía. Al abrir la persiana, se mostro el interior del trastero, estaba completamente oscuro, no había ni un solo resquicio de luz, busque el interruptor, en el lugar que siempre estaba, mi mano recorrió la pared a oscuras, palpando, intentando notar donde se encendía la luz. Lo encontré, lo active y la luz no se encendía. La bombilla debía estar rota, decidí dejarme llevar por mi conocimiento del local, y sin luz me acerque a donde creí que estaban los paquetes, de regalos. Deje la persiana levantada, intentando que por poco que fuera alguna brizna de luz podía entrar; En ese momento mi interés por el hombre de negro, y por el sonido de una voz llamándome o hablándome paso a un segundo plano. Solo quería encontrar los regalos, cogerlos y salir corriendo de aquella situación; Al fin aparecieron los paquetes, los cogí con fuerza, me acerque a la puerta del trastero, baje la persiana, cerré con llave y me dispuse a comenzar mi vuelta a casa, cuando oí de nuevo la voz que me decía-no me dejes aquí dentro-No quise comprobar si había alguien o no dentro, comencé a correr lo más deprisa que pude, dejando atrás aquella calle, la oscuridad ya no me importaba, y el frío parecía que había desaparecido. Los paquetes de regalos pesaban un poco, pero a mí, me parecían toneladas. Ya no escuchaba las pisadas, ni veía al hombre de negro, con sombrero blanco. Y la distancia hasta mi casa era cada vez más corta, ya solo me faltaban unos pocos metros para alcanzar la puerta de mi edificio, la niebla era muy intensa, te mojaba la cara; Justo a escasos metros de mi puerta, tropecé con una de las bolsas, que era casi más grande que yo, y caí al suelo de bruces; Me levante rápidamente, y proseguí mi marcha. Ya había alcanzado mi casa, cogí las llaves para abrir la portería, las introduje en la cerradura, gire la llave, Y en ese segundo, oí de nuevo la voz que me dijo-Volveremos a vernos, feliz navidad-Entré en mi casa, deje los regalos bajo el árbol, me acerqué a mi madre a darle un abrazo, que no entendió tanta efusividad de repente. Dije- buenas noches y me embutí bajo las mantas de mi cama, hasta la hora de recibir los regalos.

UN DÍA EN EL OLIMPO

-¿Qué haces paseando por la orilla de ese mar?, le preguntó un dios a otro, mientras contemplaban a lo lejos, en algo parecido a una enorme pantalla, a humanos que iban y venían corriendo e interpretando sus vidas.
-He decidido que esta humanidad no está hecha para durar.
-¡Cómo!-dijo sorprendido el dios que solo observaba.
-¡Hasta hace bien poco te sentías muy orgulloso de tu creación!, incluso decías que les habías dado el don de la libertad, con el cual te inhibías de todos los errores que pudieran cometer;
-Sé que esa fue mi decisión, pero les di una dádiva equivocada. Jamás llegué a imaginar que en nombre de ese regalo, hiciesen tantas barbaridades, y lo disfrazaran de un bien tan preciado, que lo convirtieran en posesión de unos, para subyugar a otros.
-No entiendo qué me dices.-se sorprendió el dios desocupado.
-Es muy sencillo amigo mío. La libertad no es un fin en sí mismo, ¿de que les sirve ser libres?, si usando ese don cometen unos contra otros tantas injusticias, y el valor y significado de la palabra es tan distinta, según quien o para que la utilice.
-Ahora te comprendo, ¿pero no previste siendo un dios que eso podría suceder?
-Sí pero no quería privarme del placer de probar si aún siendo un dios tan consciente de las limitaciones humanas, estos podrían sorprenderme.
-Sigo sin saber por qué creas algo que sabes que no funcionará.
-Ahora mirando este mar tan inmenso y tan azul, he descubierto la razón de mi creación. Si los puedo lanzar a todos a las profundidades de esta agua, y ver qué grande es su sufrimiento, y que aún así siguen pidiéndome a gritos que su dios les salve, daré por buena la experiencia, pues sé que por mucho que los engañe y los castigue una y otra vez, siempre acudirán a mí, jamás entenderán que son ellos los únicos que pueden hacer que yo deje de existir.
-Eres un dios muy inteligente, si quieres te ayudo y entre los dos los empujamos al mar.
-Te agradezco la ayuda, pero quiero hacerlo solo.
Dios los lanzó a todos a lo más profundo del mar, y los humanos gritaban una y otra vez, (¡Dios ayúdanos!)  Pero nada hizo por ellos, se retiró a tomar su ambrosia y pensó que quizás otro milenio crearía una nueva humanidad.

LA RISA LOCA

Todo el día corriendo sin parar, salir de la cama a las siete, ducharse, si es verano. En invierno menos, con quitarse bien las legañas y asearse un poco las partes más intimas estaba más que apañada, desayunar un café y poco más. Elegir la ropa que ponerse ¡dios mío! Eso sí que era un problema; Pantalón, o falda, blusa o jersey, botas, zapatillas o mocasines. El bolso ¡Horror! Que combine con lo que lleva, no muy grande si es invierno, y cómodo si es verano. Sí pero tiene que caber todo lo que ha de llevar, las joyas que sean discretas pero que no pasen desapercibidas; El perfume, siendo invierno debe ser algo más intenso que el usado en verano, y para terminar un toque de maquillaje no muy definido, pero con el suficiente color para no parecer que viene de una fiesta “de los no vivos”. Antes de salir a la calle, repasar todos los asuntos que debe arreglar y las compras, ¿si las hubiere? Un último vistazo a toda la casa antes de marchar, repasar su atuendo, sin dejar de darse un retoque; Una vez en la calle correr hacia el autobús que pasa en menos de cinco minutos, en el trayecto leer el último libro publicado, siempre hay que tener una conversación en el bolsillo de tipo intelectual por si es necesario.  Nunca se fija en las demás personas que comparten su misma dirección, solo si algo rompe la monotonía de su trayecto se interesa por el asunto, de lo contrario hasta llegar a su trabajo es pura autómata, pareciese no tener  voluntad propia.
Pero un día, de repente, mirando a través del cristal del autobús, descubre que por la calle pasea una mujer muy parecida a ella. No atina a averiguar si los rasgos de su cara son mucho o poco parecidos a los suyos, pero algo en su interior le dice que son iguales, gira su cuello lo máximo que puede para no perderla de vista, y en el intento se golpea con la cabeza en el cristal; Observando cómo algunos de los pasajeros del autobús disimulan su risa apretando los dientes, procurando que ella no se dé cuenta, algunos incluso desvían la mirada hacia el suelo, evitando cruzar sus ojos con los de ella. Sin saber exactamente porque, nuestra pasajera comienza a reír de menor a mayor intensidad, contagiando al resto del pasaje que ahora sí, ríe a mandíbula abierta; Una señora que está sentada a su lado le comenta-¿como algo tan simple como un topetazo puede causar tanta risa?-
Ella sabe que lo que acaba de ocurrir no es solo un golpe absurdo, si no la constatación de que por muchos planes y arreglos que hagas, siempre existen variables que nos pueden modificar la vida. Entonces empezó a reírse de sí misma con tanta fuerza que paso a tener eso que llamamos “la risa loca” que sabes cuándo empieza, pero no como acaba; Comprendió que no era ella misma, si no una pieza más en todo el rompecabezas que cada día vivía. Y que aquella sombra parecida a ella, en realidad sí lo era; desde hacía mucho dejo de ser, para simplemente estar.

COMO DEFINIRTE

Por si alguien quiso saber alguna vez  que palabras usar para decir te amo, sin que sonara igual que si recitaras la lista de la compra; Silvia decidió organizar unos cursillos de “declaraciones de amor, para personas tímidas, y sin recursos lingüísticos”; Su metodología de trabajo no estaba basada en ninguna experiencia personal, era lo que durante mucho tiempo había recabado en la lectura de todos los libros de amor que pudo leer. Sin tener más vivencia que una pasión de juventud, que huyó cuando el padre de ella quiso convertirlo en yerno,  a la vez que  comerciante de relojes, no siendo esta la profesión que para si deseaba, si no que quería ser astrónomo. Pero para el padre, eso era algo parecido a ser un soñador, sin futuro que darle a su hija. Ante el dilema de escoger entre un primer amor, o una vida mirando a las estrellas, optó por esto último. Y desapareció una tarde de verano. Solo le dejo una carta en la que le decía lo mucho que la amaba, pero lo poco que le gustaban los relojes. Desde ese día ella se refugió en la lectura, ahí encontró todo lo que hubiese querido oír, decir y sentir, ellos se convirtieron en el amante fiel, que jamás le darían un disgusto, ni le harían una mueca extraña o cansada de desamor. Vivió siempre bajo el amparo de su padre viudo.  Al morir este, le dejo todas sus posesiones, entre ellas una tienda de regalos, una casa llena de recuerdos, una pequeña fortuna, con la que pudo subsistir el resto de su vida, y una pena en el alma por no darle un yerno y  los nietos que tanto deseaba.
Ahora con cincuenta años y convertida a ojos de los demás en una solterona, decidió ayudar a los que pudieran tener dificultades en el arte del “enamoramiento”. En un pequeño local metido entre calles estrechas, con unas pocas sillas, una pizarra, y libros llenos de las historias más apasionadas de enamorados, con jarrones llenos de flores rojas; En la puerta un cartel no muy grande que decía (“Se escriben cartas de amor”) empezó ayudando a alguna  vecina  que venía en busca de ayuda para sus hijas, todas ellas víctimas de algún amor desdeñado, y deseosas de conocer las recetas idóneas para seguir soñando con la ilusión del retorno de sus enamorados. En casi todos los “casos”, que es como a ella le gustaba llamarlo, ponía un pedacito de su alma, creyendo que así haría desaparecer el desconsuelo que llevaba a cuestas desde hacía veinticinco años;
Siendo pocos los clientes que visitaban su establecimiento, optó también por vender todo tipo de productos que a su entender contribuirían a establecer unas mejores y más profundas relaciones entre los amantes, así como: perfumes, pequeñas joyas de bisutería, pañuelos, y un surtido de mercancías traídas de las capitales más románticas que sus adorados libros le habían dejado visitar sin moverse de su salón.
Así fueron pasando los años a veces con más aciertos y éxitos, otros los más, con profundas desilusiones y zozobras. Hasta que un día de otoño cuando las hojas comenzaban a caer, apareció frente a su tienda una mujer que le ayudaría mucho a entender que el amor, no era como ella creía, que todo el  bagaje aprendido en las letras y en las vidas de los demás, no era sino un espejismo del que debía despertar.
Estaba a punto de ir a comer cuando entró una joven de aspecto delicado, grandes ojos negros, vestida con un abrigo marrón que le cubría desde el cuello hasta los tobillos, se dirigió hacia el mostrador y preguntó si aún estaba a tiempo antes de que cerrase para ir a almorzar, de escribir o ayudarle a hacerlo, unas palabras para su amado que desde hacía días no tenía noticias de él, pensaba que después de una acalorada discusión, Decidió mortificarla con una cierta indiferencia;
Silvia se sintió presa de un deseo voraz por conocer todos los detalles que escondía aquella muchacha, la invitó a sentarse, ofreciéndole un poco de café o té o cualquier otra bebida que la hiciera entrar en calor, para lograr que se sintiese a gusto y tranquila, que le contara sin dejar ni un solo pormenor, qué le atormentaba.
Le ayudó a quitarse el abrigo,  dispuso una silla con un cojín azul para que se sintiera lo más cómoda posible, le puso entre las manos una taza de té, creyó siempre que esta bebida era la idónea para las historias que tenían que ver con los asuntos del corazón, o el alma;
Desde la huida de su amado todo giraba en torno a lo que pudo haber sido y no fue, no existía un solo instante del día en  que cualquier situación, por prosaica que fuese, ella no se colocara como protagonista. Desde ir a la compra y soñar que la hacía junto a él, que juntos escogían las frutas que comerían, que se darían mimosamente en la boca, hasta compartir mentalmente unas largas charlas con todo tipo de cuchicheos sobre las vecinas más estiradas del vecindario.
Silvia le preguntó con toda la dulzura que era capaz, pero yendo directamente al asunto.
-¿Que la trae por mi consulta?-Estaba cada vez más claro su convencimiento de que era como un gurú del amor, ello le daba licencia para creer que era docta en esos asuntos; La joven le contó:
-¡Vera usted!, desde hace unos días mi prometido no da señales de vida, sé por mi amiga Inés, que es vecina suya, que está bien de salud, que no ha emprendido ningún viaje que le aleje de mi, y si así hubiera sido me lo habría dicho. Tuvimos una discusión un tanto acalorada, pero no tan grave o al menos eso creo yo, como para estar días sin querer hablar conmigo.
Preguntó.- ¿Quiere contarme que ocurrió para que discutiesen?;
Antes de iniciar su relato se atusó el pelo, carraspeó y tomo un trago  de su taza de té, sus ojos miraban a ninguna parte y en sus labios se percibía el color del llanto continuo y sin consuelo. Comenzó.
-Andrés, que así es como se llama, vino a darme la noticia de que había encontrado un trabajo muy bueno, y muy bien remunerado pero solo tenía un inconveniente, debíamos trasladarnos a vivir a otra ciudad en cuanto contrajéramos matrimonio. Cosa que aún estaba por determinar la fecha. Yo no estaba dispuesta a casarme corriendo y deprisa con todas las cosas que debía preparar, a todos los conocidos y amigos  que tenía en mente invitar a la boda, ni siquiera me había probado ningún vestido para la ceremonia. ¡Imagínese una novia sin vestido blanco!, sin damas de honor, sin niñas que lleven flores al altar, sin un sacerdote que diga un sermón lleno de palabras de amor del uno hacía el otro, con la bendición de dios, ¡Dios mío! Me sonó espantoso, y todo debido a que  al igual que su padre había encontrado trabajo en una sociedad de origen alemán, con sede en Granada, y allí debíamos irnos a vivir, teniendo yo toda mi familia, mis amigos,  diría que casi mi vida en esta ciudad. Al negarme a realizar las cosas tan deprisa y no querer cambiar de ciudad, se enfadó me reprochó que no lo quisiera lo suficiente; Estará usted conmigo que es más importante todo lo que yo le he contado que irse a vivir a  Granada a trabajar mirando las estrellas como hace su padre, que es astrónomo.
A Silvia se le paró el corazón, por su mente pasaron todas las imágenes de su vida junto a su amante, quedó como petrificada sin saber qué primera palabra utilizar para romper aquella situación, su vocabulario se volvió el mismo que un párvulo, balbuceó letras inconexas que no se encontraban entre sí para formar alguna frase con sentido; Al final pudo decir.
¿Usted lo ama?
-Por supuesto. Contestó ella. Con toda mi alma.
Entonces le voy a decir, o mejor le contaré lo que creo que debería hacer sin perder ni un segundo de tiempo.
Cuando salga de aquí vaya lo más rápidamente que pueda y le den sus fuerzas, a buscar a su amado. Y  dígale lo mucho que lo quiere; Que vale más un instante a su lado mirando las estrellas, con el corazón como aliado, que todas las ceremonias del mundo, y no deje pasar al dios del amor sin que derrame toda su gracia sobre los dos. Agarre con todas sus energías la mano de su corazón, y no la suelte hasta que juntos cuenten todas las estrellas del firmamento. Hay caminos que solo se abren una vez en la vida, transítelo y verá como es mejor llegar cansada, o detenerse a mitad  que no empezarlo nunca.
Váyase y deje que su corazón la guie.
Ella se la quedo mirando un instante, la beso en la mejilla y se despidió.
Silvia no se movió de su asiento durante unos minutos, y comenzó a llorar. Porque sabía que en aquella muchacha iba todo lo que era capaz de amar.

EL REGALO DE PAPA

No era un día cualquiera para Sergio, sabía que su padre le había preparado una sorpresa por su cumpleaños. Desde hacía semanas su mente no dejaba de imaginar cual sería ese regalo, cada vez que ocasionalmente pasaba cerca de una tienda de juguetes se detenía en el escaparate repasando con la mirada todos y cada uno de los objetos expuestos.
Los deseaba todos, quería que su decimo aniversario fuese el más especial de cuantos hasta el momento había tenido; Llego de la escuela a las cinco de la tarde, iba casi exhausto, con los ojos llenos del brillo que da la alegría esperada, el ansía de desenvolver los paquetes envueltos. Entró en casa acompañado de su madre que cargaba con su cartera, además de una bolsa de la compra. Sergio se dirigió corriendo al salón donde esperaba encontrar a su padre con los regalos en la mano, abrió la puerta de cristal y ahí estaba, sentado en el sofá con una enorme sonrisa y los brazos extendidos hacia su hijo; Pero en sus manos solo había una caja  de un tamaño pequeño, envuelta en un papel de color rojo.
Preguntó-¿papa, donde están mis regalos?-Su padre lo miró a los ojos, sonriendo le dijo.-Hijo ven, siéntate a mi lado que quiero contarte una historia-.El niño de un salto se colocó al lado del padre, sus pies aún no llegaban a colgar desde el asiento del sofá. Miró a la cara de su padre esperando; Primero le dio el paquete que llevaba diciendo-Ten hijo este es tu regalo-El niño lo abrió con mucha vivacidad sin cuidar el envoltorio, rompiendo el papel de un tirón. Su expresión paso de sorpresa a decepción en unos segundos, con una vocecilla casi ininteligible le preguntó-¿un libro?, pero ¿donde están mis juguetes? El padre le respondió-Este es tu regalo en tu decimo aniversario; Tienes muchos juguetes pero ningún libro, es hora de que comiences a leer y descubrir lo maravilloso que es viajar a los mundos que hay escondidos dentro de estas páginas. Sergio lo miro sin acabar de entender a que se estaba refiriendo, de sus ojos brotaron dos diminutas lágrimas y en sus labios se dibujo un sentimiento de no saber muy bien que estaba pasando, por qué su padre no le había traído un coche, un arco con flechas, un juego de pintar, o lo que tanto deseaba, una máquina electrónica para juegos de aventuras de guerreros.
Dijo el padre:-escucha hijo, ahora que ya sabes leer muy bien, debes conocer todas las aventuras que se esconden en estas y otras páginas de libros que poco a poco te traeré. Descubrirás que los mejores juegos están en tu imaginación, y que nunca necesitaras nada excepto poner toda tu atención en lo que te contarán muchos escritores, que llenaran tu vida de las más hermosas e increíbles historias; Esta que tienes entre las manos habla de un pirata con una pata de palo, que tiene secuestrado a un niño en un barco lleno de hombres con espadas, en busca de un tesoro en una isla perdida entre los mares más azules de la tierra. Veras que grandes hazañas vivirá este muchacho, en cuantas ocasiones deberá esconderse de los piratas hasta llegar a la isla donde se encuentra el tesoro, escondido en unas rocas sumergidas bajo el mar. Sergio se fue entusiasmando con lo que su padre le iba contando, su rostro era la antesala de la alegría; cogió el libro en sus manos, beso a su padre y se dirigió a su habitación diciendo-Gracias papa, me voy a encontrar el tesoro con estos piratas.

EL PRETEXTO

Como cada domingo asistían a la misa que se celebraba a las diez de la mañana en la iglesia del santo mártir, Aurelio, su esposa Adela y su hija Isabel; No importaba que el tiempo no acompañase ese día, como buenos católicos nunca faltaban a su cita con el párroco don Ramón. En el mes de enero los parroquianos eran menos que en el resto del año; Los vecinos se saludaban con un gesto de aprobación, inclinando la cabeza cuando ya estaban dentro del templo; Una vez fuera se formaban pequeños corrillos donde comentaban como había sido el sermón del cura, y las tareas que debían realizar a continuación en sus respectivos hogares. Don Ramón había tenido un día especialmente inspirado en su homilía, sus palabras giraron en torno al evangelio del perdón, sacadas de los mensajes del mismo Jesús; De camino a casa, Aurelio comentó a su mujer que se sentía algo cansado y quería pasar un rato por la cantina del pueblo a tomar un vino con los amigos, necesitaba despejarse. No tenía muy claro porque ese día no lograba sentirse en paz con las cosas y con las gentes que le rodeaban. Lo achacaba al frío intenso, que hacía olvidar cualquier hecho que no fuese aliviar el vaho que desprendían todas las cosas vivas o incluso las piedras; De todas las frases que pronuncio Don Ramón, hubo una que hizo especial mella en Aurelio, y como un tintineo golpeaba su mente una y otra vez. El párrafo sacado de la mismísima boca de Jesucristo decía:
“Yo, el señor, perdonare a quien sea mi voluntad perdonar,
Mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres”

Que hubo en estas palabras, que hizo remover algo que ya estaba casi dormido en la conciencia de Aurelio; Desde un tiempo en que el olvido quiso ayudarle a arrancar de su memoria lo que le hizo a esa persona, que tanto sufrimiento trajo a él y a toda su familia. La palabra “perdón” dejo de ser útil en su vocabulario, cuando un día de verano, al atardecer, cuando los niños y ancianos duermen la siesta, Él decidió pasear por una vereda que llevaba al lago de agua limpia, y verde del reflejo de los arboles que rodeaban al estanque. En su camino se topó con su, hasta entonces mejor amigo Luciano. Ambos comenzaron cambiando impresiones sobre temas baladís; En esa época contaban con unos cuarenta años de edad aproximadamente, Luciano le contó un secreto que no podía seguir guardando por más tiempo. Que cada día y noche estaba presente en cada mirada que cruzaba con su hija Isabel. No pudo evitar enamorarse de esa niña de quince años, a lo que Aurelio respondió con gran indignación, y un tremendo puñetazo en la boca. Desde ese instante jamás volvieron a dirigirse la palabra, sus encuentros en el pueblo se reducían a un cruce entre dos calles, no volvieron a mirarse a los ojos; Aurelio nunca pudo comprender como un hombre de su edad podía amar a una niña, Para Luciano, su deseo era fruto de su corazón, sin saber cómo ni por qué, en su alma había prendido una llama que solo se aliviaba con la vista de Isabel. No quiso quererla, pero no pudo dejar de amarla siempre. Así pasaron años, hasta que su hija decidió dar respuesta al ansia de Luciano, y una noche escapó de casa por la ventana para encontrarse con su amado, se vieron en un pequeño refugio de pastores, y allí se dejaron llevar por la pasión y el encuentro de sus cuerpos. Para ella todo era un continuo descubrimiento, para él un caminar de puntillas, donde no romper nada de su amor.
Con la confesión de Isabel a sus padres de lo sucedido, no hubo más remedio que cederle la mano de su hija y organizar una boda, antes de que el pueblo se enterase del idilio de ambos; al mes se casaron con la sorpresa de los habitantes más tradicionales del pueblo, El mismo día de la boda Aurelio se acercó a Luciano y sosteniéndole la mirada le dijo-tienes lo que querías, pero no tendrás nunca mi aprobación, tu esposa es mi hija, y mi amigo ha muerto para mi.-con estas palabras sentenció una relación de amistad de muchos años. En Aurelio, desde ese momento, fue germinando un odio sin la más mínima esperanza de perdón; Cuando el tiempo apaciguo los ánimos y su hija daba muestras de ser feliz con Luciano. Aurelio se dirigió a su yerno y lo cito en un paraje cercano al lago, para hablar e intentar arreglar lo que aún latía en su relación. Luciano se presento a la cita sobre las seis de la tarde, y allí le esperaba Aurelio; Sin mediar palabra lo miro a la cara y le asestó un golpe en la cabeza con un palo, Luciano no tuvo tiempo de reaccionar, cayó al suelo sin vida. Aurelio arrastro su cuerpo hasta el lago y allí lo hundió en el agua hasta que dejo de verse su cadáver. Se alejo del lugar lo más rápido que pudo, y nunca más se supo de Luciano; hasta pasados unos meses en que todos daban por desaparecido al difunto, su cuerpo apareció flotando en el lago. Su mujer Isabel creyó que la había abandonado por otra mujer, y los demás habitantes del pueblo especularon con mil y una historias; al final de tantas habladurías, el médico confirmó que su muerte se debió a un accidente al caer al lago y abrirse la cabeza. En esos años Aurelio no pudo tranquilizar su conciencia de lo que había hecho, y siempre pedía a dios perdón. Y fue en ese día y con ese sermón cuando comprendió que lo primero que debía hacer era perdonarse así mismo por lo ocurrido; Se dirigió al párroco y en confesión le conto lo ocurrido, Don Ramón al oír sus palabras y su gran arrepentimiento, le mando que durante un año rezase cada día un misterio del rosario, y que por semana santa llevase a cuestas junto con otros feligreses la cruz por el paseo del pueblo. Dicho esto le absolvió de su pecado, y nunca más se hablo del tema. Desde entonces Aurelio vive con su mujer y su hija Isabel, y con el recuerdo de que un buen arrepentimiento cristiano acompañado de su correspondiente penitencia, es suficiente pretexto para realizar las acciones más terribles.

EL MAESTRO


A las doce llegaba a clase el nuevo profesor de filosofía, todos los alumnos aguardaban deseosos de conocer como era semejante personaje. Se preguntaban quién podía impartir clases de filosofía en pleno siglo XXI, de donde habría salido semejante alienígena, en un mundo en el que no es necesario pensar, basta con actuar y cuanto más veloz seas mejor; Para ellos, acostumbrados a desarrollar toda actividad que tuviese más que ver con cualquier ejemplo televisivo, conocer a un hombre que aún creyera que la palabra es un valor incuestionable, les sonaba a película de ciencia ficción.
Todos los estudiantes estaban presentes en clase, no ocurría como en otras ocasiones en que siempre había alguno que debía realizar actividades que le permitían ausentarse;
A la hora en punto se abrió la puerta, los veinte alumnos fijaron su mirada en el hombre que había de impartirles la clase durante todo un año. Era de mediana estatura, con pelo canoso, más bien de aspecto delgado y una pequeña barba que cubría su cara. Llevaba gafas con montura de color negro, y una cartera marrón donde se dejaba notar por el volumen que en su interior habría muchos papeles, o algún libro. Sin más preámbulo dijo ¡buenos días!, cogió la tiza y escribió en la pizarra la siguiente frase:
“Siento solo lo que conozco”
A continuación se presentó a los estudiantes:
-Hola, mi nombre es Elías Campo y he venido a enseñarles filosofía durante este año.
Todos quedaron extrañados del comienzo del nuevo profesor, ninguno dijo nada. A continuación Elías miró a una de las alumnas y le preguntó-¿Cómo entiendes esta frase?- la joven no sabía que decir, hizo un gesto con los hombros que revelaba su incapacidad para desarrollar ninguna explicación razonable o entendible de dicho aforismo; El maestro al ver que la joven no se decidía a comentar lo escrito en la pizarra, fijó su mirada en otro alumno al que realizó la misma pregunta, este hizo un breve comentario-:Pues, quiere decir que lo que conozco lo siento, más o menos ¿no?-
Elías dibujó en su rostro una sonrisa que dejaba notar lo alejados que se encontraban sus alumnos del verdadero significado de aquella frase. Sabía que no era posible aún que tuviesen la suficiente experiencia vital, como para comprender en toda su profundidad algo que solo se alcanza cuando has transitado un largo trecho del camino de tu existencia.
Se sentó en la silla que había tras la mesa subida en la tarima, cogió un bolígrafo solo para tenerlo en la mano y darle vueltas mientras iniciaba su disquisición;
-intentad recordar cualquier situación ya sea alegre o triste, por la que habéis pasado últimamente; No le deis demasiadas vueltas al momento, solo recordad como os sentíais, qué pasaba por vuestra mente y por vuestros corazones, ¿reíais, llorabais? O quizás era enfado lo que os tenía preocupados. Cuando algo os cambia el estado de ánimo, ¿de donde sale ese sentimiento que no habéis invitado a estar con vosotros, pero que os puede llegar a descolocar completamente? Si rascáis bajo la capa de lo que esconde vuestra actitud diaria frente a la vida, encontrareis el sitio de donde procede mi frase. Se llama experiencia.

¿CUANDO SUCEDIÓ?


Elena llegó tarde a casa después de un día muy complicado en el despacho, solo deseaba darse una ducha, ponerse algo de ropa cómoda y tomar un café caliente. Fue una jornada en la que todos los compañeros, jefes y demás que compartían oficina, tuvieron al agobio como compañía. Su anhelo era descansar e intentar olvidar las últimas ocho horas;
No había nadie para recibirla en su hogar, el marido llegaba siempre más tarde que ella. Se preparó una taza de café, busco el hueco del sillón donde siempre se sentía más cómoda, puso algo de música suave, procuraba que no hubiesen voces cantando, solo le apetecía escuchar instrumentos que acompasaran su respiración; Después de una hora poco más o menos, comenzó a sentirse relajada. Sin rastrear en su memoria ni querer volver una y otra vez al dolor que le suponía echar de menos a su hijo, muerto en tan dramáticas circunstancias, se sintió sola, desprotegida, como si el surco de sus heridas fuesen lo único de su recuerdo que aún la mantenían con vida. Desde el trágico suceso, su marido y ella no hallaban un punto de encuentro en sus vidas, todo era rutina, frases sin apenas necesidad de respuesta, sexo como escape a la rabia, cruce de miradas huecas sin existencia; sus vidas Eran como la de un par de autómatas. Intentaron en muchas ocasiones buscar fuera de su relación las respuestas que necesitaban para dejar de castigarse con tanta indiferencia; No supieron inventar un nuevo sentimiento al que agarrarse, todo era tedio. Sabían con certeza lo poco que les quedaba como pareja, solo era cuestión de tiempo.
Dos horas después llego a casa su marido, entró, le dio un beso en la mejilla, se dirigió a la cocina a abrirse una cerveza que bebió de la botella. Sin demasiado preámbulo, Elena le espetó- Voy a pedir el divorcio-El no hizo ningún gesto que diera a entender que aquella propuesta le pareciese descabellada; Muy al contrario, la miro a la cara sin demasiada ternura, como miran los que ya no reconocen a quien en otro tiempo amaron tanto.
El contestó-Sí creo que es la mejor solución para los dos. En su voz se percibía la desgana, el aburrimiento, y el deseo de acabar con aquella vida en común. Elena se levantó del sillón, camino hasta estar frente a él, detuvo sus ojos en la mirada de su marido. Ella contenía dos lágrimas en el hueco de sus parpados, sentía que ya no quedaban palabras que dieran algún significado a lo que ya empezó a ser un adiós desde hacía tres años; Con la muerte de su único hijo de seis años, solo quedó un vacio inmenso entre ellos; Antes era el niño quien extendía los lazos que los mantenía juntos, ahora nada les hacía ni siquiera recordar que hubo entre ellos un amor tan bello. Él le dijo:-Quiero que sepas que tú no eres la culpable de que esto suceda, sabes tan bien como yo que lo nuestro hace tiempo que ya no es una relación, no eres la mujer de quien me enamoré, y no te culpo por ello; Solo son cosas que suceden en muchos matrimonios, y en el nuestro ha sucedido.-Ella tan solo le miraba a los ojos sin decir nada, estaba como ausente. Dio un trago al café, se levantó del sillón pausadamente, con el esfuerzo inútil de los que han entendido como el final de una parte de tu vida ha llegado; Sin hacer ningún aspaviento camino los pocos metros que habían de separación entre ellos, cuando estuvo lo suficientemente cerca le dijo:-Quizá en otro momento intentaría entender, por qué hemos eternizado lo que ya hace mucho tiempo que está muerto. Tanto tú como yo sabemos que desde hace tres años, nuestro amor murió con nuestro hijo.-
Dijo él-No es cierto, hemos vivido el dolor juntos, con el empeño de poder reencontrarnos sabiendo que no era fácil, pero tú no has sido capaz de luchar por mantener lo nuestro.-
-Respondió.- ella, esbozando lo que parecía una mueca de risa.- ¿Mantener? Se mantiene la fruta en la nevera, o la carne en el congelador; Nosotros teníamos un amor hecho de ilusiones y apoyado el uno en el otro, lleno de las cosas que los dos traíamos para convertir nuestras vidas en un pasaje donde disfrutar en compañía de lo que más queríamos, nuestro hijo.
Desde que se fue no has tenido el valor de decirme ni una sola vez, que necesitaba, solo has pensado en lo que necesitábamos como pareja, jamás se te ocurrió pensar que quizás yo quería estar en un lugar donde no viese cada día su ropa, los juguetes, sus cereales; Tropezar con sus patines, o darle sin querer a su pelota de futbol. ¿Dónde pusiste tu ternura hacia mí?, ¡Tú, nosotros! Pero que quedo de mí, en lo nuestro.-
Su marido no supo que decir, la miro de arriba abajo conteniendo una rabia que le iba invadiendo todo su cuerpo; sin saber muy bien como, su mano acabo abofeteándola fuertemente. Ella no daba crédito a lo que acababa de suceder, no lloró ni respondió a su golpe, se acercó a donde había dejado su bolso, cogió su chaqueta, sin decir nada abrió la puerta de calle. Una vez fuera no volvió la mirada hacia atrás, camino sin un rumbo fijo, comenzando a llorar. Jamás quiso saber que fue de su marido, Elena partió de la ciudad y ahora vive en un pueblo pequeño, donde cada tarde haga sol o llueva, pasea cerca del mar, imaginando que su hijo chapucea entre las olas; Ya no sufre, ahora sabe que no está sola quien lleva en el corazón a quien tanto quiso.