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viernes, 18 de febrero de 2011

EL MAESTRO


A las doce llegaba a clase el nuevo profesor de filosofía, todos los alumnos aguardaban deseosos de conocer como era semejante personaje. Se preguntaban quién podía impartir clases de filosofía en pleno siglo XXI, de donde habría salido semejante alienígena, en un mundo en el que no es necesario pensar, basta con actuar y cuanto más veloz seas mejor; Para ellos, acostumbrados a desarrollar toda actividad que tuviese más que ver con cualquier ejemplo televisivo, conocer a un hombre que aún creyera que la palabra es un valor incuestionable, les sonaba a película de ciencia ficción.
Todos los estudiantes estaban presentes en clase, no ocurría como en otras ocasiones en que siempre había alguno que debía realizar actividades que le permitían ausentarse;
A la hora en punto se abrió la puerta, los veinte alumnos fijaron su mirada en el hombre que había de impartirles la clase durante todo un año. Era de mediana estatura, con pelo canoso, más bien de aspecto delgado y una pequeña barba que cubría su cara. Llevaba gafas con montura de color negro, y una cartera marrón donde se dejaba notar por el volumen que en su interior habría muchos papeles, o algún libro. Sin más preámbulo dijo ¡buenos días!, cogió la tiza y escribió en la pizarra la siguiente frase:
“Siento solo lo que conozco”
A continuación se presentó a los estudiantes:
-Hola, mi nombre es Elías Campo y he venido a enseñarles filosofía durante este año.
Todos quedaron extrañados del comienzo del nuevo profesor, ninguno dijo nada. A continuación Elías miró a una de las alumnas y le preguntó-¿Cómo entiendes esta frase?- la joven no sabía que decir, hizo un gesto con los hombros que revelaba su incapacidad para desarrollar ninguna explicación razonable o entendible de dicho aforismo; El maestro al ver que la joven no se decidía a comentar lo escrito en la pizarra, fijó su mirada en otro alumno al que realizó la misma pregunta, este hizo un breve comentario-:Pues, quiere decir que lo que conozco lo siento, más o menos ¿no?-
Elías dibujó en su rostro una sonrisa que dejaba notar lo alejados que se encontraban sus alumnos del verdadero significado de aquella frase. Sabía que no era posible aún que tuviesen la suficiente experiencia vital, como para comprender en toda su profundidad algo que solo se alcanza cuando has transitado un largo trecho del camino de tu existencia.
Se sentó en la silla que había tras la mesa subida en la tarima, cogió un bolígrafo solo para tenerlo en la mano y darle vueltas mientras iniciaba su disquisición;
-intentad recordar cualquier situación ya sea alegre o triste, por la que habéis pasado últimamente; No le deis demasiadas vueltas al momento, solo recordad como os sentíais, qué pasaba por vuestra mente y por vuestros corazones, ¿reíais, llorabais? O quizás era enfado lo que os tenía preocupados. Cuando algo os cambia el estado de ánimo, ¿de donde sale ese sentimiento que no habéis invitado a estar con vosotros, pero que os puede llegar a descolocar completamente? Si rascáis bajo la capa de lo que esconde vuestra actitud diaria frente a la vida, encontrareis el sitio de donde procede mi frase. Se llama experiencia.

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