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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

viernes, 18 de febrero de 2011

¿CUANDO SUCEDIÓ?


Elena llegó tarde a casa después de un día muy complicado en el despacho, solo deseaba darse una ducha, ponerse algo de ropa cómoda y tomar un café caliente. Fue una jornada en la que todos los compañeros, jefes y demás que compartían oficina, tuvieron al agobio como compañía. Su anhelo era descansar e intentar olvidar las últimas ocho horas;
No había nadie para recibirla en su hogar, el marido llegaba siempre más tarde que ella. Se preparó una taza de café, busco el hueco del sillón donde siempre se sentía más cómoda, puso algo de música suave, procuraba que no hubiesen voces cantando, solo le apetecía escuchar instrumentos que acompasaran su respiración; Después de una hora poco más o menos, comenzó a sentirse relajada. Sin rastrear en su memoria ni querer volver una y otra vez al dolor que le suponía echar de menos a su hijo, muerto en tan dramáticas circunstancias, se sintió sola, desprotegida, como si el surco de sus heridas fuesen lo único de su recuerdo que aún la mantenían con vida. Desde el trágico suceso, su marido y ella no hallaban un punto de encuentro en sus vidas, todo era rutina, frases sin apenas necesidad de respuesta, sexo como escape a la rabia, cruce de miradas huecas sin existencia; sus vidas Eran como la de un par de autómatas. Intentaron en muchas ocasiones buscar fuera de su relación las respuestas que necesitaban para dejar de castigarse con tanta indiferencia; No supieron inventar un nuevo sentimiento al que agarrarse, todo era tedio. Sabían con certeza lo poco que les quedaba como pareja, solo era cuestión de tiempo.
Dos horas después llego a casa su marido, entró, le dio un beso en la mejilla, se dirigió a la cocina a abrirse una cerveza que bebió de la botella. Sin demasiado preámbulo, Elena le espetó- Voy a pedir el divorcio-El no hizo ningún gesto que diera a entender que aquella propuesta le pareciese descabellada; Muy al contrario, la miro a la cara sin demasiada ternura, como miran los que ya no reconocen a quien en otro tiempo amaron tanto.
El contestó-Sí creo que es la mejor solución para los dos. En su voz se percibía la desgana, el aburrimiento, y el deseo de acabar con aquella vida en común. Elena se levantó del sillón, camino hasta estar frente a él, detuvo sus ojos en la mirada de su marido. Ella contenía dos lágrimas en el hueco de sus parpados, sentía que ya no quedaban palabras que dieran algún significado a lo que ya empezó a ser un adiós desde hacía tres años; Con la muerte de su único hijo de seis años, solo quedó un vacio inmenso entre ellos; Antes era el niño quien extendía los lazos que los mantenía juntos, ahora nada les hacía ni siquiera recordar que hubo entre ellos un amor tan bello. Él le dijo:-Quiero que sepas que tú no eres la culpable de que esto suceda, sabes tan bien como yo que lo nuestro hace tiempo que ya no es una relación, no eres la mujer de quien me enamoré, y no te culpo por ello; Solo son cosas que suceden en muchos matrimonios, y en el nuestro ha sucedido.-Ella tan solo le miraba a los ojos sin decir nada, estaba como ausente. Dio un trago al café, se levantó del sillón pausadamente, con el esfuerzo inútil de los que han entendido como el final de una parte de tu vida ha llegado; Sin hacer ningún aspaviento camino los pocos metros que habían de separación entre ellos, cuando estuvo lo suficientemente cerca le dijo:-Quizá en otro momento intentaría entender, por qué hemos eternizado lo que ya hace mucho tiempo que está muerto. Tanto tú como yo sabemos que desde hace tres años, nuestro amor murió con nuestro hijo.-
Dijo él-No es cierto, hemos vivido el dolor juntos, con el empeño de poder reencontrarnos sabiendo que no era fácil, pero tú no has sido capaz de luchar por mantener lo nuestro.-
-Respondió.- ella, esbozando lo que parecía una mueca de risa.- ¿Mantener? Se mantiene la fruta en la nevera, o la carne en el congelador; Nosotros teníamos un amor hecho de ilusiones y apoyado el uno en el otro, lleno de las cosas que los dos traíamos para convertir nuestras vidas en un pasaje donde disfrutar en compañía de lo que más queríamos, nuestro hijo.
Desde que se fue no has tenido el valor de decirme ni una sola vez, que necesitaba, solo has pensado en lo que necesitábamos como pareja, jamás se te ocurrió pensar que quizás yo quería estar en un lugar donde no viese cada día su ropa, los juguetes, sus cereales; Tropezar con sus patines, o darle sin querer a su pelota de futbol. ¿Dónde pusiste tu ternura hacia mí?, ¡Tú, nosotros! Pero que quedo de mí, en lo nuestro.-
Su marido no supo que decir, la miro de arriba abajo conteniendo una rabia que le iba invadiendo todo su cuerpo; sin saber muy bien como, su mano acabo abofeteándola fuertemente. Ella no daba crédito a lo que acababa de suceder, no lloró ni respondió a su golpe, se acercó a donde había dejado su bolso, cogió su chaqueta, sin decir nada abrió la puerta de calle. Una vez fuera no volvió la mirada hacia atrás, camino sin un rumbo fijo, comenzando a llorar. Jamás quiso saber que fue de su marido, Elena partió de la ciudad y ahora vive en un pueblo pequeño, donde cada tarde haga sol o llueva, pasea cerca del mar, imaginando que su hijo chapucea entre las olas; Ya no sufre, ahora sabe que no está sola quien lleva en el corazón a quien tanto quiso.

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