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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

viernes, 18 de febrero de 2011

HORIZONTE

Otro día de lluvia y frio en su alma, de querer retornarla por todo lo que le hacía sufrir sin darle ninguna alegría. Pablo no comprendía en que se equivocaba cada vez que abría su corazón a decir “te quiero”, creyó que su lenguaje no era el idóneo ni las palabras formaban las frases que su amor sí escribía; Desde la ventana de su habitación miraba como la mar se besaba con el cielo, daba lo mismo si venía acompañado de nubes o su color cambiaba, o si el agua estaba quieta o rugía enfadada por no alcanzar con sus olas a abrazar al cielo, que en ocasiones le traía regalos en forma de nubes blancas. Ellos siempre se unían para amarse, provocando que en el empíreo todos los ángeles celebraran con cantos y bailes tanto amor.
Desde no sabía cuando, Pablo quiso ser quien dijera mejor que nadie “te amo” que fueran sus ojos y sus labios los que transmitieran el mensaje de su infinita pasión, lo intentó todas las veces que pudo con todas las amantes que conoció, se vació de dulzura acompañada del escalofrió que produce sentirse al lado de quien amas; Pero una noche, sentado junto a la mujer que creyó sería la que abriría la tierra, para plantar los corazones que echarían las más fuertes raíces, notó que no quedaba nada en su alma, rebuscó en todos los rincones de las alcobas de su corazón para descubrir que solo quedaban reflejos de las emociones.
Se sintió perdido, no se reconocía, se preguntó una y otra vez como pudo pasar, donde había guardado los “te quiero” ¡no era capaz de encontrar lo que tantas veces había dicho!
A su mente vinieron los rostros que tanto le inspiraron, quiso volver a identificar las huellas por donde un día recorrió la vereda del deseo. Nada quedo en el camino que le ayudase a saber cómo sintió.
En ese instante volvió sus ojos hacia el horizonte, vio como desde el cielo se formaban pequeños remolinos que bajaban hacía la mar, eran de todos los tamaños, grandes, pequeños, medianos. Algunos grises, otros casi negros, unos blancos. Anchos en el cielo, estrechos junto al mar; En ese momento sonrió, dejando que lagrimas dulces cayeran por su mejilla. Entendió por qué no encontraba su trozo de corazón donde estaban escritos los sentimientos vividos.
 Nunca dos almas pasean su alianza por la misma senda, quererse es conquistar cada día nuevos caminos que andar juntos. Así cerró la puerta de la duda, conquistando de nuevo a su desmayado corazón.

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