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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

viernes, 18 de febrero de 2011

UN DÍA EN EL OLIMPO

-¿Qué haces paseando por la orilla de ese mar?, le preguntó un dios a otro, mientras contemplaban a lo lejos, en algo parecido a una enorme pantalla, a humanos que iban y venían corriendo e interpretando sus vidas.
-He decidido que esta humanidad no está hecha para durar.
-¡Cómo!-dijo sorprendido el dios que solo observaba.
-¡Hasta hace bien poco te sentías muy orgulloso de tu creación!, incluso decías que les habías dado el don de la libertad, con el cual te inhibías de todos los errores que pudieran cometer;
-Sé que esa fue mi decisión, pero les di una dádiva equivocada. Jamás llegué a imaginar que en nombre de ese regalo, hiciesen tantas barbaridades, y lo disfrazaran de un bien tan preciado, que lo convirtieran en posesión de unos, para subyugar a otros.
-No entiendo qué me dices.-se sorprendió el dios desocupado.
-Es muy sencillo amigo mío. La libertad no es un fin en sí mismo, ¿de que les sirve ser libres?, si usando ese don cometen unos contra otros tantas injusticias, y el valor y significado de la palabra es tan distinta, según quien o para que la utilice.
-Ahora te comprendo, ¿pero no previste siendo un dios que eso podría suceder?
-Sí pero no quería privarme del placer de probar si aún siendo un dios tan consciente de las limitaciones humanas, estos podrían sorprenderme.
-Sigo sin saber por qué creas algo que sabes que no funcionará.
-Ahora mirando este mar tan inmenso y tan azul, he descubierto la razón de mi creación. Si los puedo lanzar a todos a las profundidades de esta agua, y ver qué grande es su sufrimiento, y que aún así siguen pidiéndome a gritos que su dios les salve, daré por buena la experiencia, pues sé que por mucho que los engañe y los castigue una y otra vez, siempre acudirán a mí, jamás entenderán que son ellos los únicos que pueden hacer que yo deje de existir.
-Eres un dios muy inteligente, si quieres te ayudo y entre los dos los empujamos al mar.
-Te agradezco la ayuda, pero quiero hacerlo solo.
Dios los lanzó a todos a lo más profundo del mar, y los humanos gritaban una y otra vez, (¡Dios ayúdanos!)  Pero nada hizo por ellos, se retiró a tomar su ambrosia y pensó que quizás otro milenio crearía una nueva humanidad.

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