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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

viernes, 18 de febrero de 2011

LA RISA LOCA

Todo el día corriendo sin parar, salir de la cama a las siete, ducharse, si es verano. En invierno menos, con quitarse bien las legañas y asearse un poco las partes más intimas estaba más que apañada, desayunar un café y poco más. Elegir la ropa que ponerse ¡dios mío! Eso sí que era un problema; Pantalón, o falda, blusa o jersey, botas, zapatillas o mocasines. El bolso ¡Horror! Que combine con lo que lleva, no muy grande si es invierno, y cómodo si es verano. Sí pero tiene que caber todo lo que ha de llevar, las joyas que sean discretas pero que no pasen desapercibidas; El perfume, siendo invierno debe ser algo más intenso que el usado en verano, y para terminar un toque de maquillaje no muy definido, pero con el suficiente color para no parecer que viene de una fiesta “de los no vivos”. Antes de salir a la calle, repasar todos los asuntos que debe arreglar y las compras, ¿si las hubiere? Un último vistazo a toda la casa antes de marchar, repasar su atuendo, sin dejar de darse un retoque; Una vez en la calle correr hacia el autobús que pasa en menos de cinco minutos, en el trayecto leer el último libro publicado, siempre hay que tener una conversación en el bolsillo de tipo intelectual por si es necesario.  Nunca se fija en las demás personas que comparten su misma dirección, solo si algo rompe la monotonía de su trayecto se interesa por el asunto, de lo contrario hasta llegar a su trabajo es pura autómata, pareciese no tener  voluntad propia.
Pero un día, de repente, mirando a través del cristal del autobús, descubre que por la calle pasea una mujer muy parecida a ella. No atina a averiguar si los rasgos de su cara son mucho o poco parecidos a los suyos, pero algo en su interior le dice que son iguales, gira su cuello lo máximo que puede para no perderla de vista, y en el intento se golpea con la cabeza en el cristal; Observando cómo algunos de los pasajeros del autobús disimulan su risa apretando los dientes, procurando que ella no se dé cuenta, algunos incluso desvían la mirada hacia el suelo, evitando cruzar sus ojos con los de ella. Sin saber exactamente porque, nuestra pasajera comienza a reír de menor a mayor intensidad, contagiando al resto del pasaje que ahora sí, ríe a mandíbula abierta; Una señora que está sentada a su lado le comenta-¿como algo tan simple como un topetazo puede causar tanta risa?-
Ella sabe que lo que acaba de ocurrir no es solo un golpe absurdo, si no la constatación de que por muchos planes y arreglos que hagas, siempre existen variables que nos pueden modificar la vida. Entonces empezó a reírse de sí misma con tanta fuerza que paso a tener eso que llamamos “la risa loca” que sabes cuándo empieza, pero no como acaba; Comprendió que no era ella misma, si no una pieza más en todo el rompecabezas que cada día vivía. Y que aquella sombra parecida a ella, en realidad sí lo era; desde hacía mucho dejo de ser, para simplemente estar.

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