Se
perdieron los tañidos del campanario
Callaron
las voces de los niños en el parque de la glorieta
Dejó
de sonar la cantinela del vendedor ambulante
Las
madres no llamaron a sus hijos desde los balcones
El
perro dejó su ladrido abandonado en el temor de un gato
Los
novios olvidaron los susurros en los portales
Los
juegos eran solo para sordos
La
tormenta huyó, invitada a un día en el desierto
Las
calles borraron sus aceras para evitar el sonido de unos pasos
Nadie
escuchaba a nadie
El
silencio quiso ser dueño de los ayes
La
música era un recuerdo en la memoria de una radio
En
el cielo brillaban los aceros del miedo
De
sus panzas parieron monstruos de fuego
De
las bocas cerradas no salieron rezos
Los
cuerpos eran sombras de carbón negro
¡Llegó
la maldita guerra arrancando los sentidos!
Sin
saberlo y con viento gélido
Se
perdieron de golpe todos los sonidos.
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