Sonaron
los gritos al amanecer
Temblaron
las hojas del viejo ciprés
Se
llevaron al amante a escondidas de su mujer
Las
bocas enmudecieron
No
hubo preguntas, nadie quiso saber
La
puerta de su casa estaba abierta
La
cama olía a sangre y a tierra
En
la ventana los cristales cortaban el aire
Era
la noche de un amor cobarde
¡Que
la quiso sí!
Con
miedo y sin promesas
La
amante yacía, inmóvil y fría
La
esposa lloraba, por ella y por su eterna agonía
El
marido miraba la luna, envuelta en un halo de rojo y de sombra
Se
acabó su vida, se fundieron sus luces
No
supo llorar, solo vio las cruces
Sonaron
los gritos al amanecer
Acabo,
sin empezar, este maldito querer.
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