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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

lunes, 5 de mayo de 2014

RECUERDOS DE UN ESTÍO


 

La tarde no perdonaba una canícula tan insoportable; Ese año el verano quiso dejar huella en todas partes. No hicieron falta muchas razones para reafirmarse en el poco apego que le producía esa estación. El calor siempre le recordaba el día donde una despedida amargó a un corazón tan débil como el suyo. Miró a través de la ventana, apoyado en el alféizar, una ligera brisa rozó su rostro, bastó esa pequeña ráfaga de aire, para sentir que, el otoño pronto estaría de vuelta; No ocultaba su preferencia por esa época del año; El otoño sacaba lo mejor de sí mismo, le animaba a frecuentar con más asiduidad teatros, cines, y demás eventos que atrajeran su curiosidad.

Mientras tanto, su verano era un tiempo para la memoria, memoria envuelta en un sinfín de recuerdos. Nada le era ajeno a ella, por pequeño que fuese el detalle, siempre tenía sabor a quien tanto amó. El olvido como cualquier otro ejercicio físico, requiere de un buen entrenamiento. Puedes acabar siendo un magnifico desmemoriado, eso sí, los signos del olvido siempre formarán parte de tu rostro. Para él, lo mucho  que quiso a esa mujer, jamás dejaría de ser uno de los retazos más plenos de su vida. Resultaba imposible no verla en las cosas más cotidianas del día, en el desayuno, mientras caminaba junto al mar, zambulléndose en el agua de la playa, todo lo que le envolvía era parte de un escenario donde un tiempo atrás caminaban dos corazones que, empezaban a amarse; Ahora ese mismo escenario, era solo un monologo para un personaje que perdió su guión.

Cuando notaba que esos sentimientos resurgían de nuevo, como quien saca a pasear ese traje que usas de tanto en cuanto; Traje al que llamas “fracaso” Cuando eso sucedía, Solía llenar sus horas de tareas que distrajeran no solo a su mente, también a su corazón. La tarde se adivinaba eterna. No veía nunca el momento de mirar al cielo en busca de esa luna que afianzase aún más, si era posible, su  deseo de lanzarse de pleno al placer de recrearse en la compasión propia. Quiso buscar entretenimiento en la lectura, y las palabras solo eran frases hechas para la pena; Era casi imposible no encontrar retazos de su mirada, todo lo que le envolvía tenía su huella.  Ella se perdía durante largo tiempo en todo lo que excitaba sus sentidos. Aún recordaba aquel jueves que se empecinó en ir al museo; Para ella los jueves era un día inventado para el arte, incluso explicaba con un razonamiento a prueba de discusiones, que ningún día existía por azar, todos eran producto de una época que ya no existía, tiempo en que las palabras se inventaban para la satisfacción del hombre. En el museo; Se detenía frente a cada cuadro durante el rato necesario, para acabar encontrando, lo que nadie veía. En esos momentos, Él observaba la belleza del arte a través de sus ojos.

Entre las escenas que se agolpaban en su mente, se repetía como un tintineo, la facilidad que ella tenía para encontrar cualquier excusa que la hiciera sentarse frente a una puesta de sol, o al amanecer; Cuando los colores del cielo y la mar se intercambian para ofrecer un regalo a los que sienten que son amados. Desde ese verano, su vida transcurrió por los caminos que nos acaban convirtiendo en parte del grupo, grupo que lentamente olvida que, no hay caminos si no se recorren con un corazón lleno de amor. Jamás supo a ciencia cierta por qué se fue, por qué el día trajo de golpe esas sombras, que ya siempre lo acompañarían por cualquiera de los lugares que la vida le llevase.

No conseguía despegarse del marco de aquella ventana que, tantas veces fue el rincón de sus besos. No tenía muy claro por qué de repente las cosas pasan a ser tan complicadas, por qué una vida llena de amor y alegrías se transforma en un páramo, sin más sombra que la que da un corazón encerrado en un cuerpo que vive por inercia.

El calor, dejaba una pequeña rendija abierta a que su mente pensara, sin la presión de ese bochorno que anula las reflexiones; Después de transcurrido tanto tiempo, aún dudaba de si el fin de su relación se debió al infortunio, o quizás estaba escrito que así debía ser.

 Recordaba una mañana en la que ella se vistió toda de verde, el vestido apenas le rozaba la piel, era como si lo llevase flotando, como si levitara sobre su cuerpo. Sus andares dejaban entrever que la danza siempre fue una de sus mejores cualidades; Ese día de julio, estrenaba una pequeña pamela beige, el contraste de su vestido, de un verde semejante al océano, la pamela, y la luz que su rostro irradiaba, hicieron que el corazón de su amado latiese a un compás que aún hoy día, transcurrido tanto tiempo, le producía la sensación que, el oxígeno desapareció de la tierra por unos instantes, para que solo el aroma de su amada llenase sus pulmones.

Ella se acercó hacía él, con una sonrisa que anunciaban palabras escondidas en lo más profundo de sus sentimientos. No pudo ni imaginar que aquel encuentro, tan lleno de belleza y candor,  sería el que le dejaría tan perdido e indefenso, el que evaporaría por mucho tiempo, las huellas que, dejan las palabras de amor dichas después de una noche, donde dos, se convierten en una misma alma, donde los cuerpos juegan al escondite con las estrellas, donde una sábana es todo un castillo para bailar en los salones de su vientre. Nada. Era una palabra que no existía en su vocabulario; Hasta ese día, en que se convirtió en el contenido de su pasión.

Le resultaba muy fácil intentar negar el latigazo de su recuerdo, para a continuación dejarse llevar por su ausencia; Ausencia que era un universo donde viajar para estar de nuevo junto a ella. Se mentía a sí mismo, se decía que el tiempo va cerrando las heridas, que, nada es para siempre, que, solo el recuerdo perdura. Descubrió lo fácil que podía ser mentirse una y otra vez.

Desde aquel día, las cosas cotidianas dejaron de ser trocitos de pequeñas maravillas, para convertirse solo en eso, en cosas rutinarias. Abandonó la costumbre de hablar con los pescadores; Ya no se detenía a sonreírles a los niños que chapoteaban, envueltos en arena y agua. Las mujeres que,  en otro tiempo, reafirmaban con sus miradas, lo bello que era verlos juntos, paseando por la avenida que bordeaba la playa; Esas mujeres, solo veían en él a un hombre solitario, y en algunas ocasiones, taciturno. La soledad tiene un color neutro, nadie distingue qué llena a un corazón sin una mano que lo acaricie. De vez en cuando se detenía justo en el punto de su adiós, colocaba los pies pisando, o intentando pisar, los mismos centímetros donde recibió ese beso de despedida, como un loco al que nadie atiende.

Su ansía por no dejar escapar ni uno solo de los momentos en que compartieron una felicidad tan hermosa, le hacían olvidar que, una realidad tozuda y cruel le estaba esperando al final de sus sueños. Quien lo viese desde la calle reclinado en la ventana durante tanto rato, acabaría creyendo que quizás no tenía muy claro si entraba o salía de la casa. Volvió a situar su mente  en el instante en el que ella llegó, para decirle un adiós sin posibilidades de dar marcha atrás. Él  la miraba expectante, deseaba abrazarla, y sentir su cuerpo bajo ese vestido verde que, tan hermosa la hacía; ella se detuvo frente a Él, clavó su mirada en sus ojos, para a continuación decirle esas palabras que, ya siempre formarían parte de su vida, o tal vez, fueron el principio de “algo” parecido a una vida.

Sin demasiados preámbulos le espetó-(se acaba el verano y he de volver a la ciudad, nuestro tiempo se ha terminado, cuanto antes asumamos que es imposible seguir, menos daño nos hará a los dos; Sabes que nunca olvidaré estos meses, pero hay una vida que dejé, y he de volver a ella, tanto tú como yo sabemos que es imposible tener “algo”, con la distancia que existe entre tu ciudad y la mía.
Esto no significa que no te haya amado, todo lo contrario, te he amado con la fuerza y la pasión que da saber que, el tiempo nos separaría, pero no sería justo que nos hiciésemos daño intentando hacer perdurar algo que, no puede ser. No quiero alargar más este instante; Recuerda siempre que alguien te quiso, y que ese amor será solo tuyo y mío. Por mucho tiempo que pase, tu nombre será una huella en mi corazón-) Con estas palabras, lo besó en la boca y se disponía a irse cuando él la agarró de la mano, le clavó sus ojos en los suyos y le dijo-(-Cómo se puede acabar lo que es eterno, cómo puedes decirle adiós a tu corazón, qué palabras has encontrado para este momento; No existe ningún lenguaje que contenga un adiós a lo que sentimos el uno por el otro, ¿de qué nos servirá estar separados? No habrá un día en el que al levantarnos por la mañana, no busquemos con la mirada, la presencia del otro junto a la almohada.
 Te niegas la felicidad, me apartas de una vida que ya no es tuya ni mía, ahora y siempre será nuestra. Mis deseos solo son un espejo que refleja tu imagen sentada junto a la mía, ayúdame a no ser nada sin ti, no me dejes en este principio que hemos creado los dos, sabes que lo que han visto tantos amaneceres, no los borra una noche de invierno frío. Cómo puedo dejar de amarte si hemos inventado la palabra “amor”. De qué me servirá andar este camino que es la vida, si no estás tú para enseñarme que las flores sonríen cuando nos ven pasear; Sé que la distancia nos golpea en la mirada, que nuestros ojos pueden dejar de descubrirse cada día como uno nuevo.
No quiero seguir sin ti, porque sin ti no hay donde seguir. Huyamos los dos de esta realidad que nos envuelve, tejamos un espacio donde nunca habrá dolor, donde la palabra adiós sea desterrada, abriga mi corazón, y déjame abrigar al tuyo. Solo eso te pido, solo quiero ser quien te vea cerrar los ojos por última vez, y que seas tú quien me lleve flores al eterno descanso. Ya no sé qué más puedo contarte, solo déjame amarte ahora y por toda la eternidad.-En ese momento los dos se miraron con los ojos llenos de un torrente a punto de estallar, ella era incapaz de articular una sola palabra, él tenía escrito en el semblante la agonía, el miedo, la pena; Su corazón latía tan fuerte, que ella fue incapaz de apaciguarlo, no tenía una sola palabra que lograra hacerle ver a el que su marcha era irremediable. Ella se dio la vuelta, soltando lentamente la mano de su amado; El quedo como petrificado, durante todo el tiempo que ella se iba alejando, el lloraba desconsoladamente, sin capacidad para moverse del lugar.
 Ella se perdió al doblar una esquina, y ya nunca más volvió a verla. Desde ese día, regresa cada mes de julio, coincidiendo con las fechas de su último encuentro, para seguir creyendo que algún día volverá a ver a quien tanto amó.

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