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Disfrutar de los placeres de una vida que se ofrece sin máscara

lunes, 30 de abril de 2012

NO LO OLVIDÓ


Ella no quiso vivir en el espacio vacío que dejó el adiós de a quien tanto amó, todo a su alrededor olía a él, incluso a veces el olor era a ellos juntos mientras se amaban. Cada paso que daba por la casa, era un eco agudo de las risas que compartieron; sin haberlo imaginado ni una sola vez, su soledad dejó paso a una melancolía que nublaba su visión. ¡Cómo pudo morir algo tan bello! ¡Qué maldito invierno les heló el corazón! Una y otra vez se preguntaba dónde estaba la grieta que acabó rompiendo las paredes de ese amor que se juraron eterno. Su pequeño jardín, ayer, un cuadro de impresionismo habitado por todos los colores que la luz es capaz de crear, se convirtió en una estepa, imagen de la desolación, reflejo de tantas lagrimas derramadas por su ausencia.

Ella no tuvo tiempo de acostumbrarse a su sombra. Una mañana despertó, y su cama era tan grande como el mar, sus almohadas no conseguían abrazar su cuerpo, la escarcha se quedó a vivir en su habitación. Después del dolor, llegó la rabia, las preguntas de por qué la vida nos quita lo que nos da más felicidad, que hemos de aprender de lo sucedido; No quería esa experiencia, no necesitaba ser más completa, ya lo era junto a él. Las gentes le decían “ya verás como conseguirás superarlo” “todo pasa en esta vida” y así un sinfín de frases hechas, fruto de lo que otros aprendieron. Su caminar se volvió lento, no sabía verse en el espejo sin la silueta que dejaba el abrazo que tantas veces él le daba. No lo amaba como se aman los adultos, que viven un cariño construido con la paciencia de los años, que son capaces de callar junto a una chimenea mientras el fuego crepita. Su amor era de locos; locos que se descubren cada mañana amándose, como si nunca hubiese noche para volverse a amar, un deseo de adolescentes, cada beso traía un paraíso donde perderse por siempre. Navegaba el uno junto al otro, en un mar hecho de agua derramada por sus cuerpos.

Cada instante era el único que les quedaba para vivir, como si la vida les anunciara, que no es posible quererse tanto, que la pasión es fruto de la locura; Y así se querían, como dos locos. Ella araño cada espacio del lugar donde se besaron, lamió todas las fotografías que junto a él guardaba, nada era tan grande como el vacio que crecía en su corazón, nada tan triste como su llanto sin nadie que le diera consuelo. Se preguntaba una y otra vez ¿por qué? No encontraba respuesta a su nostalgia. Se rompió lo que tanto quisieron, quedo convertido en añicos una tarde de invierno; Ella lo espero junto a la ventana que daba al jardín, su mirada se perdía entre las flores que, ayer fueron testigo de tantas horas de paseo juntos, y hoy eran ramas sin color ni olor. Él no volvió a pisar su jardín jamás, una tormenta se lo llevó, por un camino lleno de lluvia y oscuridad. Ahí se quedo, llevándose con él todo lo que eran los dos juntos; Un amor sin tiempo ni espacio, un amor hecho de miradas y estrellas. Él partió después de dejarla sentada en una silla pintada de azul. Ella lloraba, una pequeña discusión absurda, y ella lloraba. Él no quiso herirla y se marchó para olvidar esa estúpida discusión; Pero el destino no quiso darles otra oportunidad. Y ya solo le quedo todo lo maravilloso que vivió junto a él.

Ahora nada le devolvía su corazón, sabía que por siempre se marchó, y la dejó amando lo que ya solo era un recuerdo grabado a fuego en su alma. Con el tiempo quiso creer que se puede vivir con una herida de amor, pero su herida era mortal; Y no existió un solo día en que no mirara cada tarde su jardín, esperando que las flores nuevas anunciaran su regreso. Quiso vivir en su tristeza, y acabó muriendo en la esperanza de volver a encontrarlo; Esperándola en el rincón que envolvía las flores de su jardín. Nunca lo olvidó, y lo siguió buscando hasta después de muerta, nadie se amó como ellos se amaron, nadie se amó sin tiempo ni espacio. Jamás lo olvidó.


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